www.cubaencuentro.com Miércoles, 22 de octubre de 2003

 
   
 
La Habana: Libres entre barrotes
Aire de esperanza y optimismo: Desde las prisiones de Canaleta y Kilo 8 siguen llegando las epístolas de los opositores condenados la pasada primavera.
por LUIS CINO
 

"Aquí entre barrotes me siento libre", afirma Ricardo González Alfonso en una carta desde el penal camagüeyano Kilo 8, donde cumple una condena de 20 años por ejercer el periodismo al margen del control estatal.

Luis Cino y R. González
Opositores Ricardo González (dcha), Luis Cino.

"Este presente no es el fin de los tiempos, sino el preludio de otros nuevos donde no tendremos rejas, ni por dentro ni por fuera", dice en la misiva el presidente de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling y director de la revista De Cuba, al aludir a un artículo suyo de inicios de 1999, en el cual, a raíz de la promulgación de la fascistoide Ley 88 o Ley Mordaza concluía: "Si el destino me impone un futuro de rejas, prefiero usarlas por fuera, no por dentro".

De las cárceles cubanas sale un aire de esperanza y optimismo en las cartas a familiares y amigos de las víctimas de la ola represiva del pasado marzo. Ni el empeño de los más psicópatas y sadistas de los carceleros ha logrado quebrantar la moral de los prisioneros de conciencia.

También en Kilo 8, Regis Iglesias, activista del Movimiento Cristiano Liberación y uno de los gestores del Proyecto Varela, bromea acerca de las duras condiciones de confinamiento. Su única queja son las rancheras mexicanas que emiten los altoparlantes del penal para despertar a los reclusos a la simpática hora de las 5 a.m.

Regis, Ricardo y otros también lamentan que las tertulias carcelarias político-poéticas denominadas como El Gato Tuerto, que se prologaban hasta la madrugada —con las paredes de las celdas de por medio y en la más absoluta oscuridad—, ahora son interrumpidas con la orden de silencio a las 10 de la noche. ¡Ay de los bohemios!

Mientras, en la prisión de Canaleta, en Ciego de Ávila, el poeta y periodista Raúl Rivero se deleita con textos de canciones de Bob Dylan que le hizo llegar un amigo, lee incansablemente y escribe poemas de amor tan intensos como siempre. No es noticia que las rejas no han podido apagar nunca la poesía. Cerrada, la cerradura. Cuando se combinan, todas las puertas se abren.

"Muchas veces, la realidad nos la imponen, pero el optimismo siempre podemos llevarlo con nosotros", me escribe Ricardo González en momentos en que la comida del penal empeora por día y a los familiares sólo les permiten pasar en las visitas, cada cuatro meses, 30 libras que incluyen alimentos, artículos de aseo y hasta los libros.

Él lleva consigo la llave del optimismo. Sólo falta su cerradura. Y llegará. Todo es cuestión de tiempo.

"Por favor, no pierdas la llave", me pide Ricardo. Sus cartas y las de los demás colegas encarcelados son una buena razón para no perderla jamás.

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