www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Barcelona: Indianos
Bacardí, Sitges, Güell: ¿Generarán los actuales inversionistas españoles en Cuba la riqueza cultural de sus antecesores?
por MANUEL PEREIRA
 

Lo malo no es que estos neoindianos levanten hoteles en Cuba, lo malo es que permitan que el gobierno de ese país ejerza el monopolio estatal sobre la contratación de mano de obra nativa, convirtiéndose en el único intermediario topoderoso. Aparte de humillar a los trabajadores, esto ha contribuido a prolongar el canto del cisne del régimen dándole respiración asistida hasta el día de hoy. Por si fuera poco, esa misma situación de estancamiento económico ha hecho que el turismo en Cuba sea predominantemente sexual: otro factor de envilecimiento que lacera la dignidad nacional.

Pertenezco a una generación que creció oyendo decir que los yanquis habían convertido a Cuba en un burdel, pero es evidente que, comparados con el actual proxenetismo gubernamental en connivencia con el capital extranjero, los americanos se quedaron chiquitos.

Inversiones españolas en Cuba
Empresarios españoles en Cuba
(14 noviembre 2003)

No obstante, esa luna de miel parece frágil. Hace poco confiscaron la Casa de las Cariátides (Centro Cultural Español de La Habana), situada en el malecón habanero. Y no me extrañaría que cualquiera de estos días nacionalizaran también otras propiedades españolas, igual que cuando en 1960 expulsaron al embajador Lojendio con cajas destempladas, y luego a los curas españoles, etc.

Pero volviendo a los indianos de antaño, también dejaron su huella en Sitges, cuarenta kilómetros al sur de Barcelona. De Sitges salió aquel catalán que inventó el ron Bacardí en Santiago de Cuba. Allí hay calles que se llaman Isla de Cuba, Matanzas, Pinar del Río... En las esquinas pueden verse placas de cerámica que reproducen el mapa de la Isla, incluyendo cañaverales, vegas, bohíos, palmares, un velero de tres palos entrando en la bahía habanera. Es la visión idílica de Cuba, decimonónica y finisecular, todavía viva en toda Cataluña. Es la imagen nostálgica de la remota Ínsula Barataria, esa fantasía indiana que deriva del sueño eterno de Sancho Panza.

En Sitges hay palacios con vidrieras de colores que son reminiscencias de los vitrales habaneros. La añoranza de Cuba lo recorre todo: desde las persianerías hasta los muebles de maderas cubanas, pasando por los ventiladores de techo al estilo de las viejas barberías habaneras. El Hotel Renaixença, por ejemplo, con sus blancas persianas incrustadas en arcos de mediopunto y las rejas blancas de los balcones es como una versión en miniatura del Hotel Inglaterra. A veces se ven altos ventanales voladizos con encajes de hierro colado que recuerdan las rejas de Trinidad.

La pregunta es: ¿dejarán tanta belleza, tanta inventiva, los neoindianos de finales del siglo XX y de principios del XXI? Por lo menos aquellos indianos del XIX —que en algunos casos eran negreros— convirtieron una parte del sudor de los esclavos en obras de arte o en innovaciones tecnológicas. ¿Estarán los nuevos Xifrés a la altura de sus predecesores? Eso sólo el tiempo lo dirá, aunque yo me inclino a dudarlo.

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