www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
   
 
La Habana: Pelo suelto y carretera
Sexo en moneda nacional. ¿A falta de pan, casabe?
por LUIS CINO
 

Con la cabellera suelta y un jeans deshilachado, provocativamente bajo para mostrar su tatuaje, Aymara es ya una figura familiar para los choferes que transitan por la autopista nacional, en el tramo comprendido entre el puente del Calvario y El Cotorro.

En la playa
Prostitución a cuenta y riesgo.

Algunos la saludan al pasar, muchos le gritan piropos o insultos, o una mezcla de las dos cosas. Varios de ellos alguna vez han sido sus clientes, o pueden serlo uno de estos días.

Por 20 pesos en moneda nacional, a la orilla de la vía, entre los matorrales o a bordo del vehículo, gozarán con ella del mejor sexo oral que hayan tenido en su vida, porque Aymara es una especialista. Si el cliente desea el acto completo, el precio se duplica. Ella sólo exige que sea con condón. Siempre lleva varios en su pequeña mochila, además de una toalla, dos pomos de agua para lavarse, y un cuchillo bien afilado por si hay líos con el pago.

Los días de suerte sus ganancias podrán pasar de los cien pesos, luego de haber saciado el apetito sexual de tres o cuatro choferes, de cualquier edad, raza, estado civil y condición social.

Aymara tiene 27 años. Casi todos la llaman La Bayamesa, porque nació en la ciudad monumento nacional, de donde dicen que provienen las más hermosas de las cubanas.

Practica la más modesta de las modalidades de la prostitución en la Isla. Popularmente le llaman "La chupa chupa" (en alusión al más solicitado y módico de sus servicios).

Hace 11 años, cuando llegó a La Habana, Aymara soñaba con ser cantante. Hablaba suave, tenía el pelo sin teñir, la piel bronceada, sin manchas de sol, y una mirada dulce en unos ojos en los que brillaba la esperanza.

Con todo, todavía es una de esas hembras que hay que estar muerto para no mirarla. Ninguna de sus colegas le disputa la clientela a su alrededor. Su primer marido la puso a jinetear hasta que, tras varios tropiezos, se convenció que no daba la talla para bregar con yumas, proxenetas y policías.

Entonces se fue a luchar a la carretera, para tarifar el sexo a los cubanos, en moneda nacional. Sus temores profesionales son el sida, la enfermedades venéreas y los policías. Estos últimos son más fáciles de esquivar. Si no la agarran in fraganti, puede alegar que está "pidiendo botella". Nada extraño en Cuba, dada la desastrosa situación del transporte público. "Si un policía se pone imperfecto y me lo tengo que jamar, no pasa nada, no será la primera vez", dice.

Aymara vive en una casucha de madera de una barriada marginal de Arroyo Naranjo, propiedad de un hombre de 65 años de edad, que la recogió hace siete meses junto a su niño de seis años. Llevaba un día vagando por la calle. Tras una paliza en medio de una descomunal borrachera, su último marido la echó de la casa.

Eladio es viejo y apesta a tabaco, pero no la maltrata ni le quita dinero. Sólo tiene que cocinarle y lavar su ropa. Alguna vez se acuesta con él, pero rara vez, porque el alcohol y el hambre han mermado su ardor masculino. Cuando el viejo muera, que no ha de faltar mucho, Aymara se quedará con la casa. Su máxima aspiración es construirla de mampostería y que su hijo viva como las personas. Su lucha le ha permitido unos ahorros, pero no le alcanzan ni para empezar la construcción. Reza a Oshún para que le conceda un "parlet" en la bolita y poder hacer realidad sus sueños. Tiene que apurarse porque la cosa está peor cada día.

Cada mañana se contempla en el espejo. Teme más a los años que a la muerte. Sabe que, viviendo a ese ritmo, en unos años ya no será La Bayamesa que a tantos enloquece. Entonces le cambiarán el apodo, le llamarán La Palestina o La Sin Tierra. Será sólo otra más de las que alguna vez soñaron conquistar la capital con su cuerpo y vivir como reinas, y que hoy subsisten entre tumbos y nostalgias de su tierra.

Pero ahora Aymara va para la lucha. Es la hora de mayor tráfico en la autopista, la hora buena para hacer el pan. Así que "pelo suelto y carretera", como reza la canción. Aymara aún es La Bayamesa y no hay otra como ella en toda la carretera.

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