www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
   
 
Estocolmo: Los señores del exilio
¿Deben los opositores cubanos aceptar el dinero de George W. Bush?
por HUMBERTO LóPEZ Y GUERRA
 

En realidad, mucho de lo que escribe Rafael Rojas en su artículo La euforia de los patriotas, también yo podría suscribirlo.

Sin embargo, detrás de algunas de sus aseveraciones creo notar un cierto chapoteo retórico que confunde más que esclarece. La verborrea patriótica y los ataques semánticos y semióticos con tono de guantanamera política, que desde 1959 han propulsado tanto los que ostentan el poder en la Isla, como los que quieren hacerse con él desde el otro lado del Estrecho de la Florida, no creo que se hayan incrementado notablemente, como Rojas asegura, después que el presidente George W. Bush —con un guiño consolidado con su histriónica sonrisita— diera el visto bueno a la última escaramuza de los señores del exilio para ayudarle a ganar las próximas elecciones presidenciales, y de paso hacerse con el poder en Cuba, o viceversa.

Ha sido La Habana, como era de esperar, la que ha reaccionado con más ímpetu verbal. La incertidumbre despertada en el exilio y en la diáspora a causa de las dudosas medidas adoptadas por la llamada Comisión de Ayuda para una Cuba Libre, contrario a lo que escribe Rojas, sólo ha provocado reacciones sin mucho aspaviento en los círculos y medios de comunicación dominados por los señores del exilio. Estas diatribas, cuando se han producido, casi siempre han ido acompañadas de rimbombantes toques a rebato para que los cubanos de Florida se alisten obedientes para dar el voto al "Salvador de Cuba", George W. Bush.

Es bueno recordar que los estrechos contactos entre los señores del exilio de Miami y la familia Bush no son nuevos. Ya a mediados de la década de los setenta, el agente de la CIA Ted Shackley, responsable de la Operación Mangosta (ataques contra Cuba e innumerables tentativas para asesinar a Fidel Castro entre 1960 y 1967), puso al entonces director de la Agencia Central de Inteligencia, George Bush (padre), en contacto con los señores del exilio. En aquella época, dichos señores ya se habían convertido "en una poderosa baza política para Bush en su ambiciosa carrera en pos de unas metas políticas, más allá de la CIA", como escribe Joseph J. Trento en su libro La historia secreta de la CIA.

El problema no es, a mi modo de ver, como nos asegura Rojas, el "irracional patriotismo (...) partido en dos", que vociferan los cancerberos mediáticos del régimen o los señores del exilio y sus voceros de las estaciones de radio de Miami, sino la ausencia de patriotismo real que estos señores demuestran; no sólo por aprobar y aupar las medidas injerencistas y anexionistas de Washington, sino por ser los verdaderos autores de esa falacia.

'Les importa un comino'

"Si a los promotores de la Comisión de Asistencia para una Cuba Libre, (...) les hubiera importado el presente, habrían consultado el plan Noriega con los líderes de la oposición interna (...) con la ciudadanía de la Isla y la diáspora y con las tantas asociaciones del exilio que desean una solución pacífica y negociada al conflicto", escribe Rojas, y tiene razón. Pero, a Washington y a los señores del exilio, les importa un comino el presente y el futuro de Cuba.

En su artículo, Rojas escribe también que Vladimiro Roca, Elizardo Sánchez y Oswaldo Payá, estarían en contra de las medidas injerencistas de la administración Bush. Bien. Entonces, la pregunta que me hago es: ¿por qué esos líderes de la disidencia no se unen en una contundente y enérgica protesta contra el plan Noriega/Bush?

Por supuesto que urge que todos los cubanos nos sentemos a dialogar —como ha expresado Oswaldo Payá recientemente— una vez más. Pero para ello tenemos primero que comenzar, como lo han expresado Menoyo y Cuesta Morúa, por definirnos: "se es cubano o se es anexionista".

Los opositores y la disidencia no deben, no pueden, como pretenden los señores del exilio, aceptar esos millones de dólares que ofrece el gobierno de George W. Bush. Tenemos que tener una claridad absoluta en esto. No basta sólo con criticar las medidas que van en contra de los más elementales derechos humanos de reconciliación y ayuda familiar.

Si aceptamos las migajas, estaremos aceptando al prohombre/coordinador de esa comisión de la metrópoli, que nos dirá cómo tiene que ser implementada, organizada, y estructurada la transición de nuestro país.

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