www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
   
 
Toronto: Filatelia porcina
Después de muchos años alejado de mi familia y de varios puercos engordados en vano para mi regreso, he decidido viajar a la Isla.
por PETER KATZ
 

De niño nunca me gustó coleccionar cosas, pero dentro de ese mundo, la filatelia es la especialidad con que menos me he identificado siempre. Resulta que después de mucho tiempo, el destino me está castigando a modo de "a quien no quiere caldo, le dan tres tazas", pero en sentido inverso.

Cerdos

En fecha reciente, y según el discurso del oficialismo, la política migratoria cubana "cambió" ligeramente para facilitar las visitas de los emigrados a su patria. Ahora sólo se necesita de un sello (muy codiciado últimamente) que va anexado al pasaporte y que se otorga de manera gratuita en los consulados cubanos en el extranjero, o no se otorga, o se demora eternamente, que casi es peor. Con ese sello se puede estar en la Isla por treinta días prorrogables a otros treinta; estos últimos hay que pagarlos, el precio averígüenlo.

El motivo de que dedique este texto a la filatelia es porque después de muchos años alejado de mi familia, y después de varios puercos engordados en vano para mi regreso, he decidido viajar. Condiciones migratorio-burocráticas me lo impedían anteriormente, pero a inicios de este año las cosas se arreglaron y, como entenderán, necesito el sello en mi colección para que me dejen entrar a Cuba y permanecer al menos un mes.

Cuando se añora una cosa. la mejor manera de saberlo es interpretando los sueños, sobre todo aquellos que se repiten. Incluso, después de lograr lo que uno tanto quiere, esos sueños se siguen repitiendo por algún tiempo.

A mí y a varios de mis amigos que viven en el extranjero nos ha pasado con los enredos para salir de Cuba, sobre todo con el famoso permiso de salida. He oído cientos de sueños al respecto, en los cuales siempre hay un personaje maligno que va desde el jefe superior hasta el ministro que al final decide tu destino con una firma. Con el sello no ha cambiado mucho el modo de añoranza. Particularmente, me está pasando y por eso quiero contar uno de esos sueños.

Aunque parezca un absurdo, en el sueño no sé cómo pude colocar a un puerco en el puesto de la persona que autoriza el otorgamiento de mi sello. Por mucho que todo el mundo insista, el señor puerco se niega a estampar el cuño en un papel que debe viajar a otro lugar donde darán el visto bueno a mi petición. Resulta que el puerco es el centro de atención, cada día está más gordo y le sobran los admiradores, entre ellos los ladrones del vecindario. Mis padres, los pobres, no pueden dormir por las preocupaciones esperando por mí, entre ellas la de cuidar al puerco para que no se lo roben, lo cual también beneficia al animal porque ahora duerme un poco más cómodo en un rincón de la cocina.

Este puerco es el cuarto o quinto engordado para mi regreso, y no va a ser sacrificado hasta tanto, cosa que él obviamente conoce. Por eso insiste en no cooperar conmigo. Me encuentro en un dead-lock (lazo infinito) del cual no sé cómo voy a salir.

En conclusión, que te levantas como si no hubieses dormido nada, llamas al consulado y te dicen muy dulcemente que todavía nada y que sigas esperando.

¡Jodido animal!

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