www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
   
 
La Habana: Con Gory en la distancia
por LUIS CINO
 

Si pudiera elegir, Gory preferiría exponer su más reciente muestra plástica en La Habana antes que en Nueva York, Los Ángeles o Miami. En todo caso, primero aquí y luego también en todas esas ciudades y en las demás del orbe, pero no en calidad de desterrado, de expulsado del reino, de integrante de una amarga diáspora, o exilio. Qué más da si es una cosa u otra, ambas entrañan la lejanía.

Trastos
The City's Doors (2002).

Hasta el pasado 8 de mayo, la Chelsea Galleria (Miami) acogió la exposición Una pequeña retrospectiva, con las obras de Rogelio López Marín (Gory). Sé que él echó mucho de menos a Peyi, Gordillo y Ubieta, entre los que asistieron a la muestra; que se muere de ganas por contar de sus proyectos en una tertulia con Raúl Rivero. Además, sé que atisba por las ventanas, buscando inútilmente entre los altos edificios el campanario de la iglesia de los Pasionistas, y que, en sus tardes floridanas, la música de The Beatles y de Cat Stevens no suena nunca como en La Víbora.

Sé todo esto porque conozco a Gory desde hace más de tres décadas, cuando era un adolescente melenudo, alumno del instituto preuniversitario de La Víbora. Allí donde regía El Negro Varela, memorable sólo por su colosal fraude en la emulación interescolar, contemporáneo y escandaloso como el caso Watergate; que en la educación comunista también se cuecen habas.

En 1981, los cuadros e instalaciones de Volumen I, una exposición de once artistas jóvenes, entre los cuales, además de Gory, se contaban Tomás Sánchez, José Bedia y Flavio Garciandia, motivó el disgusto de los comisarios culturales por su ruptura con los cánones estéticos institucionalizados. Para los mandarines de la cultura oficial, la muestra, que a pesar de ellos marcaría nuevos rumbos en la plástica cubana, tomaba como orientación los derroteros trazados por las vanguardias promovidas y manipuladas en las metrópolis "imperialistas". Algo así como una versión "culturosa" de la fascistoide Ley de Peligrosidad.

A pesar de obtener un premio de fotografía latinoamericana en Casa de las Américas, en los años ochenta, la universalidad de los temas en la producción de Gory no logró escapar del estigma de la crítica oficial, que la calificó de "extranjerizante y falta de cubanía".

Como tantos artistas e intelectuales cubanos, Gory se cansó de que los amos de vidas, almas y haciendas pusieran límites a su arte transgresor de barreras estéticas, ideológicas y geográficas. Se hartó de los censores y de las pesadillas que siguen invocando en vano el nombre sagrado del futuro.

Desde 1991 vive en el sur de la Florida. Allá su arte ha madurado y alcanzado su plenitud. Sin que le dicten pautas, recrea en sus obras una realidad de extraña y sobrecogedora belleza, cargada de atmósferas oníricas y surrealistas, poéticas y nostálgicas.

Anoche soñé que todos sus amigos de La Víbora y Altahabana nos reuníamos de nuevo en una exposición suya. También Lichy Diego y Pedro Luis Ferrer. Y por supuesto, Raúl Rivero, olvidado ya de rejas y carceleros. El poeta no podía faltar.

La exposición era en La Habana. Tenía que ser en La Habana. Mis sueños casi siempre se cumplen. Algo me dice que este se cumplirá. Para ello, sobran ganas y voluntades.

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