www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
   
 
La Habana: Hagan juego, señores
Los juegos ilegales de azar hacen furor en la Cuba del nuevo siglo, frente al 'disimulo' policial.
por IVáN GARCíA
 

Justo al costado de un recinto policial, hay una valla de gallos. Enclavada en barriada habanera, en una mañana de sábado, un grupo de 30 ó 40 personas se escurren con mucho disimulo por un pasillo lateral. Bajan unos escalones de cemento sin pulir, pagan 10 pesos por cabeza, y en un patio inmenso cubierto por flamboyanes y matas de mango, está instalada la valla que dentro de una hora será escenario de las peleas campales de gallos criollos.

Gallos

Ya los "galleros" preparan a las aves para la lucha. Mientras el grupo de personas sentadas en sillas de madera se entretiene tomando cerveza —a dólar la botella— y comiendo bocaditos de jamón, a veinte pesos. Cuando comienza el cartel, la bulla y pasión aumenta hasta el punto de preguntarse si la policía del cuartel aledaño escuchará la monumental gritería.

Luis Ortiz, 51 años, dueño de la ilegal valla, sonríe despreocupado. "Tengo buenos amigos entre la policía", afirma sin perder la sonrisa de tipo listo, que conoce las mil y una formas de vivir sin problemas y haciendo plata en la Cuba de Castro.

"Mis buenos pesos me cuesta tener a la policía lejos de mi valla de gallos", dice Ortiz, quien no quiere dar la cifra exacta, pero da a entender que entre 2.000 y 3.000 pesos, 80 y 120 dólares, mensualmente, ofrece al jefe de sector de la barriada. No le pesa. Luis vive a todo trapo y sus cuatro hijos visten a la moda y tienen tres comidas al día. Él mismo posee un viejo auto norteamericano Chevrolet del año 58, que mantiene como una joya. Su casa está en buen estado y equipada con varios televisores a color, vídeos y efectos electrodomésticos de última generación. Eso, en la empobrecida Isla, es bastante.

En busca de hacer dinero y poder vivir como Dios manda, los cubanos de a pie ven la solución en los juegos de azar. Muchos apuestan en peleas de gallos o perros, otros juegan cartas o tiran los dados, pero la reina del juego ilegal es la lotería.

Siempre, a pesar de la persecución policial, la "bolita" —como se le conoce en Cuba— tuvo una gran aceptación. De los años setenta a los ochenta, muchos listeros y banqueros de bolita pasaron por las cárceles de la Isla. Luego, en los noventa y en este siglo XXI, las cosas cambiaron.

Juan Noroña, un viejo camagüeyano de 73 años, con 40 residiendo en la capital, estuvo preso un par de veces por tener un banco de lotería. Pero ahora, en esta primavera caliente de 2004, el negocio florece. Según Noroña, él posee un banco que recoge entre 30.000 y 40.000 pesos diarios (1.200 y 1.500 dólares).

"Tengo siete listeros y a cada uno le pago 200 pesos diarios, y cuando el jugador gana un número fijo, yo pago 80 pesos por cada peso aportado. El parlé (combinación de dos números) lo pago a 900 pesos por cada peso jugado", dice el viejo banquero. Los boliteros cubanos escuchan la lotería de Miami por Radio Martí. "La bolita es la solución de la gente pobre", acota Noroña.

El sueño de ganar varios miles de pesos para intentar mejorar el cúmulo de problemas materiales que se le viene encima al cubano simple, es el motor que empuja a miles a jugar la lotería. La "nueva clase media" de la Isla, que hace dinero a granel robando en sus puestos laborales, estafando o matando reses, le gusta además de apostar fuerte en la lotería, jugar cartas y tirar dados.

Por eso en La Habana han aumentado de forma acelerada los casinos ilegales, conocidos popularmente como burles.

Marcos Díaz, 43 años, es un exitoso dueño de uno de estos pequeños casinos. En su casa se juega cartas, silot, dominó y longana (una variante del dominó). Díaz recauda 4.000 ó 5.000 pesos diarios (150-200 dólares) cuando el negocio va viento en popa. ¿La policía? Bien, gracias, responde risueño mostrando sus muelas de oro de 18 kilates.

"Les doy algo de plata y no me molestan", dice Marcos. "Pasan frente a mi casa y es como si fuesen ciegos", agrega. A su bar acuden gerentes que "inventan" el dólar en sus puestos de trabajo, administradores de bodegas y vulgares rateros. A Marcos no le importa la procedencia sucia del dinero. Lo de él, es hacer billetes. Y en eso es un lince.

Tiene en su casa todo lo necesario. "Me tomo mi cerveza cada vez que quiero y tengo un dinerito guardado para los malos tiempos", confiesa con ironía. El socialismo tropical de Fidel Castro ha engendrado un número creciente de personas como Marcos, Luis o Juan que, al margen de la ley, intentan hacer dinero y sobrevivir a las duras condiciones de la vida actual.

No sólo es negocio para algunos. También es la esperanza para una mayoría que sueña con vivir mejor. Entonces, hagan juego, señores.

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