www.cubaencuentro.com Miércoles, 14 de julio de 2004

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Con voz de paciente
El truco de la mortalidad infantil o la falta de aspirinas. La 'impotencia' médica cubana.
por ANA JULIA RIVERO
 

Delatar fuera de la Isla las lagunas del sistema de salud cubano, ya no es noticia. Sin embargo, al ser víctimas de estas, contemplarlas y sufrirlas adquieren matices cercanos al realismo mágico. Cualquiera puede enumerar varias al azar, sin necesidad de esforzar demasiado la memoria o evocar la ficción.

Puesto médico
Consultorio: 'Cerrado. Estamos en Venezuela' (Cubanet).

Entre las más recientes están los 10.000 médicos que trabajan ahora en todos los estados venezolanos —sin contar el personal de enfermería y paramédico—, quienes dejaron desocupados sus puestos de labor y sus familias. Muchas son madres con niños pequeños, que optaron por la "misión internacionalista" de 22 meses con el fin de regresar con algún bálsamo económico para el hogar.

Mientras, los cubanos nos sentimos trajinados al convertirnos en receptores de mensajes tan comunes como: "El médico lo atenderá otro día porque ahora da consultas en tres policlínicos", "No se le puede inyectar porque no hay enfermera", "Si puede, consiga el medicamento por fuera, porque aquí no tenemos"…

Un paciente ingresado en un hospital está a prueba de valor y riesgo. Carmen Verdecia asegura que alquiló una máquina en 200 pesos para llevar a su padre hasta la provincia vecina para realizarle una prueba en el Somatón. Después de tres semanas en espera de la ambulancia destinada para esos casos, tomó el asunto por su cuenta. Curiosamente, nadie puso reparos a tal alternativa en el centro hospitalario, que no le brindó siquiera una enfermera para acompañarlo en el trayecto.

Los ejemplos insólitos son normales hasta en la atención a los niños, grupo "priorizado" en la propaganda de todos los planes y proyectos de salud cubanos. Encontrar un hospital pediátrico donde las pifias y faltas de condiciones sean el pan de cada día es tan natural como llegar a ellos y descubrir que, por ejemplo, en urgencias existe sólo un termómetro para medir la temperatura de todos los niños que llegan constantemente con fiebre.

La falta de médicos también se hace notar, y para los que quedan en sus salas y consultas, uno de los momentos más difíciles es precisamente el de recetar los medicamentos pertinentes. Casi nunca existen los requeridos, y los niños son tratados con alternativos que a veces no tienen final feliz y deben regresar a los dos o tres días con la enfermedad más complicada.

"Mi hija de tres años es asmática, constantemente tiene crisis y recaídas. Cuando venimos al hospital casi nunca le pueden recetar la teofilina, o algún otro broncodilatador o esteroide, si lo requiere. Por eso tengo que comprarlos a precios elevadísimos en la calle, a vendedores clandestinos", cuenta Martha Zamora, sin reparos y con la preocupación lógica de una madre impotente ante semejante hecho.

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