www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de septiembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
La Habana: En el portal de Julio
por LUIS CINO
 

No hay nada como el aire nocturno que sopla en el portal de Julio cuando el calor aprieta y Lalita gruñe acerca de qué cocinará mañana.

Lo malo es que en esos momentos a Julio le da por pensar. A su mente vienen dudas que no se atreve a confesar. Ni el Granma o la televisión tienen respuestas para ellas. La batalla de ideas no basta para explicar tantos por qué.

De nuevo hablan de morir peleando por la revolución. Siempre fue una posibilidad latente. Como el cáncer para el fumador. Sólo que ahora su decisión flaquea. No teme morir. Nadie muere dos veces. Lo que duele es no haber vivido a plenitud. O haber cambiado la vida por una gloria, una cosa que no se sabe a derechas qué es. Le suena a algo de historia, héroes y dioses. No de hombres.

Dicen que es mejor hundirse en el mar que renunciar a ella. Julio ya no está tan seguro. La vida ha pasado por él demasiado rápido. La ha gastado en odiar al enemigo y en repetir consignas en las que se reitera obsesivamente la palabra muerte.

A sus 61 años, si no tiene buena salud, tiene magnífica memoria. Por desgracia. Los recuerdos son un lastre demasiado pesado.

Recuerda aún, como si fuera ayer, unos besos en la oscuridad de un jardín. Era abril de 1961. Doce parejas ensayaban una coreografía. El tocadiscos en la sala tocaba un vals de Percy Faith.

Los golpes en su puerta, al amanecer apenas, impidieron que aquella promesa de amor se cumpliera alguna vez. Tres días después, su batallón estaba bajo el fuego enemigo. Varios de sus compañeros no regresaron de Playa Girón.

No fue la primera ni la última de las movilizaciones. El imperialismo amenazaba. Siempre le decían que ahora sí era de veras el momento de morir por la patria. Camiones cargados de milicianos partían "hacia algún lugar de Cuba" cantando Bella Ciau o algo sobre un Quinto Regimiento.

Desde los días de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, las citas con la revolución siempre le privaron de algo. De amigos, mujeres y fiestas. De los primeros años de sus hijos, del calor del hogar. De la risa jodedora de su hermano "gusano", que murió en Miami sin recibir jamás una carta suya.

A cambio, tuvo el manual de marxismo de Nikitin, el frío de las guardias nocturnas en la costa… También la mugre de un uniforme empapado por la lluvia, los pies llagados por las botas rusas y una lata de leche condensada repartida entre tres milicianos.

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