www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 2/2
 
Proa a la libertad
por RAFAEL DEL PINO
 

Son las 13:27 horas. Han transcurrido solamente cinco minutos de haber despegado y me parece toda una eternidad. Acabo de dejar la costa a mis espaldas y aunque vuelo rasante al agua, sé que seré observado por los radares del Focsa y La Cabaña hasta la distancia de ochenta kilómetros, donde la curvatura de la tierra comenzará a protegerme de los ojos electrónicos. A la velocidad de ciento sesenta nudos en que cruza mi avión, sólo recorro cinco kilómetros por minuto, por lo que estaré bajo seguimiento durante más de un cuarto de hora, tiempo suficiente para ser interceptado por los Migs, que se desplazan a veinte kilómetros por minuto.

Según todos mis cálculos, el punto probable de intercepción se encuentra a sesenta kilómetros de la costa, lo que representa quince minutos de vuelo.

Son las 13:32. Conecto nuevamente la radio y sintonizo la frecuencia del Control de Intercepción. Casi de inmediato comienzo a escuchar la voz de los interceptores que repiten las órdenes y los rumbos que se les indican desde tierra. Por suerte, solo Ramsés sabe lo que realmente está sucediendo y el terrible peligro que corremos en estos momentos. Logro identificar el indicativo del líder, el cual le responde al Control de Intercepción de La Cabaña como "14-32". Había llegado el momento de actuar. Empleando el indicativo del Puesto de Mando de la base aérea de San Antonio de los Baños, establezco contacto con los pilotos interceptores y comienzo a preocuparlos.

—Catorce, tres, dos, éste es "Halcón", tome precauciones, que hacia usted se dirigen dos F-16 en altura dos mil metros, ascienda para dos mil quinientos!

Con el fin de que no se percataran de que eran indicaciones falsas, les comuniqué que continuaran guiándose por los rumbos que les diera La Cabaña, pero que se mantuvieran a dos mil quinientos metros debido a la presencia de los F-16. Como piloto de caza, sabía que los interceptores iban a concentrar su mayor atención sobre aquellos supuestos objetivos que podían derribarlos a ellos. Con esto se reducirían en gran medida sus posibilidades de localizarme visualmente. Además, la diferencia de altura con respecto a mi les dificultaría aún más la intercepción.

—14-33, dirige tu atención a los F-16 para yo concentrarme en la búsqueda del objetivo! —le comunica el líder de los interceptores a su piloto número (wing man). Al escuchar aquella indicación, me percato de que el 14-32 quiere distribuir la observación, tratando de facilitar la búsqueda de mi pequeño avión. Por la potencia con que escucho la voz del líder, sé que están bastante cerca y salgo otra vez al aire simulando ser el Puesto de Mando de la base aérea de San Antonio de los Baños.

—14-32. Este es "Halcón", adelante!

—Adelante "Halcón" para 14-32, cambio.

—Mantenga usted también los ojos bien abiertos, ya que los F-16 están maniobrando para situarse en su cola.

—O.K., enterado el 14-32!

Aquello tenía que haber resultado un verdadero trueno para los perseguidores. Difícilmente concentrarían ahora su atención en mi indefenso aeroplano y ya debíamos estar próximos al paralelo 24, donde se verían obligados a regresar.

Son las 13:43 horas cuando escucho la última comunicación del 14-32 informando que retorna al aeródromo. De inmediato comienzan a relajarse todos mis músculos. Cruza mi mirada la de Ramsés, que me observa sonriente. Me doy cuenta de que estoy empapado en sudor; han transcurrido sólo veintiún minutos que me han representado un siglo. Separo mis engarrotadas manos de los controles y le digo a Ramsés que se haga cargo de ellos. El peligro ha pasado; sólo queda esperar que comience a surgir ante nosotros la tierra de la libertad.

* Fragmentos del libro Proa a la libertad (1990), publicado por el general Rafael del Pino.

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