www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
La Habana: En el nuevo cumpleaños de Raúl Rivero
por RAFAEL ALCIDES
 

En cuanto a tu probable muy pronta libertad, se está dando una curiosa coincidencia. Algo así como una movida del destino en su ajedrez infinito. También el gobernante cubano se encuentra hoy preso. Esta vez en una silla de ruedas. Su imposibilidad de movimientos, o sea, la pérdida de libertad que esto supone, tal vez le recuerde su anterior presidio, el de hace cincuenta años, y entonces, al retrotraerse a aquellos años de juventud tan llenos de bellos sueños en los que sin dudarlo un segundo pusiéramos nuestras esperanzas con el entusiasmo con que un niño vacía sus bolsillos para comprar con el resto de la pandilla un trompo, tal vez ahora, decía, el gobernante piense en ti, Raúl, en ti y en todos los prisioneros de conciencia cubanos de hoy.

Siempre hay un sitio donde dos adversarios políticos podrán (y deberán) sentarse a tomar un café como gentes comunes que por azar se encontraron en el camino. Un sitio que tanto puede estar en el pasado como estar en el futuro. Si en el pasado, sugiero para ese inteligente encuentro tus hermosos, resonantes poemas a la revolución —si, ¿por qué no decirlo con todas sus letras?, ¡a la revolución!—, escritos cuando con toda razón creíamos que con la justicia social ya conquistada entonces por Ella, por la madre revolución, más las dos onzas de libertades públicas y la ramita de derechos civiles que esperábamos que más adelante se le pondrían (y que por desgracia nunca se les pusieron), Cuba sería, si bien todavía pobre durante un rato más, el país mas feliz de la tierra, ya que felicidad y pobreza no tienen que ser necesariamente términos excluyentes.

Y si fijaran encontrarse en el futuro, dónde mejor si no —diferencias políticas para después aparte—, que en la misma tropa, acaso junto a la misma ametralladora, a lo mejor compartiendo la última piedra del camino si un presidente yanqui de hoy o de mañana, olvidando el pasado, osara meter de nuevo su bota en nuestro suelo cubano.

Por lo pronto, querido Raúl Rivero, dentro de dos meses, tú y tus 74 compañeros que nunca mataron ni una mosca llevarán ya tantos meses presos como los que llevaban los asaltantes del Moncada cuando fueron amnistiados por el asesino Batista. ¿Se quedaría el gobernante cubano por debajo de aquel gesto promovido por las masas de esta isla, a pesar del clamor popular que en el caso de ustedes se oye hoy resonar en el mundo? Yo no lo creo. Me niego a creerlo.

Con esa esperanza, Raúl, me propongo festejar tus 60, en tu casa o en la mía, junto a una pierna de lechón, frijoles negros, arroz blanco y esta carta como un recuerdo por entonces ya lejano.

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