www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
Miami: Exégesis de una caída
De la solemnidad política al choteo: ¿Cómo reaccionó el exilio ante el resbalón de Fidel Castro?
por EMILIO ICHIKAWA MORíN
 

La prensa reportó las reacciones de la comunidad cubana de Miami no de manera falsa, sino parcial: acertó en lo que dijo, erró en lo que omitió.

El suceso tenía bastante riqueza simbólica, incluso a nivel lingüístico, pues se podía jugar con la polisemia de la palabra "caerse": en sentido físico y en el sentido político. Se imaginaron decenas de anécdotas; gente que daba la noticia de "la caída" y su interlocutor lo tomaba por lo político, desencadenando entonces supuestas reacciones como salir a la calle, llorar de susto o alegría, empezar el saqueo de las tiendas de los hoteles cubanos, zarpar desde los cayos de la Florida, etc. Algunos de estos relatos fueron aprovechados por periodistas, o sencillamente no dejaron pasar la oportunidad de hacer malabares con las palabras.

Bien, lo anterior vale; pero es necesario rectificar la visión extrema (simplista) que se divulgó generalizadamente como si fuera "la reacción de la comunidad cubana de Miami ante la caída de Fidel Castro". Según varios medios, esta reacción estuvo caracterizada por dos estados extremos:

- La solemnidad (de carácter político).

- El júbilo.

Excepto una emisora, y un representante de una muy específica organización del exilio que habló "del día después", y la necesidad que habría de estar preparados para la transición cuando "lo que esperamos suceda", excepto esas dos voces muy aisladas, repito, lo cierto es que la comunidad cubana de Miami dio muestras de gran madurez al tomarse todo esto con mucho sentido del humor.

¿El Rey que quería González?

Un reportero recogió testimonios de personas que decían haber rezado y pedido a Dios esta caída de Fidel (aunque el Señor se haya quedado corto). Otros aseguraron que lo habían visto en los astros y en las cartas; pero lo que se vio fue a gente muy simpática bromear con el asunto; no gozar, sino sencillamente chotear al Comandante por el papelazo. A fin de cuentas, no hizo más que "sacar un boniato" histórico; el boniato más grande que se ha sacado en la historia cubana y vaya usted a ver si más allá.

En la televisión, en programas como Despierta América, el Tiki-Tiki del Mediodía, en El Gordo y la Flaca, en los noticieros de todas la horas, los conductores no hacían sino bromear con el destartale. Se bromeó con la caída en la radio de AM y FM, en el Mikimbín, en El Vacilón de la Mañana y en cuanta reunión familiar y de amigos se produjo.

No es cierto que "Miami entero" empezó a hacer planes como si esto fuera el fin de Castro. La gente es más madura, más divertida y ya no se deja arrebatar la alegría cotidiana por falsos eventos de la historia; así sea una historia que es como una metástasis de la comedia. No se formó un gobierno provisional, ni se hicieron maletas: la gente se rió, se divirtió. Es una de las pocas veces que Castro logra hacer feliz a su pueblo, por eso no debió pedir disculpas por caerse: es lo mejor que ha hecho en su vida, ojalá no muera nunca, quiera Dios que sea eterno para que se caiga una y mil veces más.

Cierta vez Felipe González quiso convencer a Fidel Castro para que se hiciera Rey y se inventara un trono. Como Rey, Castro hubiera tenido menos poder que como Comandante, así que no aceptó. Ahora, por culpa de una escalera, podría estar largo tiempo en una silla. La distancia histórica que hay entre la Revolución Mexicana y la cubana es la misma que puede haber entre la silla de la presidencia del Zócalo y la silla de ruedas del Comandante.

Que a nadie le quepa duda que desde ahí, sublimado por escaras y grietas supurantes, continuará su leyenda de guerrero antinorteamericano. Ahora sí, como quería González, Castro será un Rey, y por los fríos pasillos de su Comité Central cumplirá finalmente su destino, dicen que estoico: rodar y rodar, rodar y rodar…

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