www.cubaencuentro.com Martes, 18 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Mejor sin odios
Aunque el perdón y la reconciliación son irrealizables si la otra parte carece de voluntad, ambos procesos comienzan siempre por el partícipe de mayor altura.
por DIMAS CASTELLANOS
 

Las declaraciones realizadas el pasado mes de diciembre por dos "excarcelados" —integrantes del grupo de 75 condenados a altas penas de prisión en abril de 2003— constituyen para los cubanos un aliento en medio de la desesperanza y una excelente oportunidad para la reflexión sobre un tema vital para el presente y futuro del caimán caribeño: la violencia.

R. Rivero
Raúl Rivero.

Entre las disímiles enfermedades letales que padece la humanidad, la violencia, por los daños materiales y espirituales que genera y por la amenaza que representa para la supervivencia, ocupa el primer lugar. Como dolencia social, una vez incubada adquiere autonomía para crecer incontroladamente de forma similar a los tumores malignos. Ante tal amenaza, la sociedad enfrenta un reto ineludible: destruir el virus portador o resignarse a ser destruida; empeño en el que, hasta ahora, el único antídoto probado con eficiencia —aunque de forma insuficiente— es la conducta ética sustentada en el principio del amor al prójimo.

En Cuba, la historia de conquista, colonización, esclavitud, corsarios y piratas, sublevaciones, conspiraciones, guerras, bandolerismo, ocupación e intervenciones extranjeras, masacre de negros, golpes de Estado, revolución, contrarrevolución y de agresiones verbales, tan dañinas a la esencia humana como las guerras, ha forjado una larga cadena de violencia que se refleja en los cubanos como herencia genético-cultural.

La imposibilidad de superar la crisis estructural en que está inmersa nuestra sociedad, sin romper esa fatídica cadena de violencias por alguno de sus eslabones, convierte el tema en un problema vital. Para ello, el principal obstáculo, según algunos, radica en que nadie que haya sufrido en carne propia los efectos de la violencia está en disposición de perdonar, sin antes hacer uso de la añeja ley del talión "ojo por ojo y diente por diente".

Como buena nueva para el año recién comenzado, dos de los excarcelados —después de permanecer más de 20 meses en prisión por hacer uso de sus derechos y libertades— han emitido un rayo de luz en medio de la penumbra, un mensaje de esperanza para el presente y el futuro de la nación.

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