www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de enero de 2005

 
  Parte 1/3
 
La movida miamense
Espectáculos musicales, obras de teatro y exposiciones de arte: la capital del exilio cubano se mueve, y a ritmo muy veloz.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami
 

Las noches del Miami cubano ya no son como antes. Sean frescas o calurosas, lluviosas o secas, no se parecen a las de hace pocos años.

C. Manuel
El cantante Carlos Manuel, llegado a Miami en 2003.

En el Habana Dreams Café de la ciudad El Doral descargan Aimé Nuviola y Luis Bofill, y El Pible hace chistes. En el cabaret Tropigala de Miami Beach se presentan Maggie Carlés y Carlos Manuel. En La Casa de la Medina de la Pequeña Habana la vedette Mirtha Medina brinda un espacio para artistas como Annia Linares, Eduardo Antonio y Ley Alejandro.

Con cada deserción de un artista o de un intelectual, La Habana —que es Cuba, como dicen los regionalistas— pierde y Miami —que es el exilio— gana. Los burócratas de la cultura cubana lo saben, e insisten en repetir hasta la saciedad que Miami es el cementerio de la cultura.

Lo han hecho con éxito: pocos estereotipos han calado tanto en el imaginario de los cubanos. Viajeros de paso, cubanos o extranjeros, tras una ojeada a la Calle Ocho y al distrito Art Decó de Miami Beach, creen que pueden dar fe del "páramo cultural", echando mano a una expresión usada por la escritora Lydia Cabrera hace cerca de 30 años.

Pero a diferencia de la Isla, paralizada en el tiempo por obra de un gobierno esencialmente retrógrado, Miami se mueve, y a ritmo muy veloz.

La vida cultural se ha enriquecido notablemente en todas las esferas, y se ha expandido por todo el condado Miami-Dade, más allá de Miami Beach, sitio por excelencia del entretenimiento, con sus numerosas discotecas y clubes. La animación cultural se debe en gran medida al flujo indetenible de la emigración de los noventa, integrada por gran número de artistas e intelectuales, que vienen no sólo de la Isla, sino también de otros destinos transitorios en el mundo.

Es cierto que algunos se acomodan al amparo de un buen empleo, o no logran la estabilidad económica necesaria, y desaparecen de la vista del público. Pero muchos de los que convergen en Miami, después de resolver sus necesidades más perentorias comienzan a retornar a los escenarios. Les toma más o menos tiempo, y para todos es difícil: sin ningún apoyo gubernamental o institucional deben abrirse camino por sus propios medios.

El público también tiene que hacer su pequeño esfuerzo. Miami es una extensa zona urbana, sin centro definido con un sistema de transporte público que cubre sólo una pequeña área. Los espectáculos están dispersos por las distintas ciudades del condado, y la gente tiene que trasladarse a veces 15 kilómetros para poder asistir.

Los de ahora y los de antes

A pesar de los inconvenientes, ya se siente en el ambiente cultural la sacudida de lo novedoso, el impulso vital de los recién llegados.

"Esto ha cambiado muchísimo a partir de lo que yo llamo 'la era balsero'; han venido muchos artistas cubanos jóvenes, y junto a otros latinoamericanos, que tienen sus grupos y tocan en sus clubes, le han ido cambiando el rostro a la ciudad", opinó el músico Luis Bofill, uno de los fundadores del Café Nostalgia en 1995 y gran conocedor de la vida nocturna de Miami en los últimos 10 años.

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