www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de marzo de 2005

 
   
 
La Habana: El mapa de la democracia
por ORIOL PUERTAS
 

"…lo que me duele se cura".
(Kelvis Ochoa)

Quizás el saldo más negativo de casi medio siglo de permanencia de Fidel Castro en el poder sea la grave lesión que el espíritu democrático ha sufrido entre los cubanos, especialmente los de adentro.

A. Nacional
Asamblea Nacional: política de ordeno y mando.

Si hemos de dar crédito a aquellos que dicen que todo dictador surge de sociedades en destrucción, acabaremos aceptando lo que tantas veces escuchamos decir a personas de buena y mala fe: la República que conocieron nuestros padres era demasiado imperfecta, tanto que mereció el tiro de gracia de un cínico con muy buena prensa.

Aquella rémora de políticos corruptos terminó con el sueño de la coexistencia en libertad. Ahora ni siquiera es dable calificarla de mejor o peor con respecto al régimen castrista. No nos desgastemos. Lo que vivía en nuestros padres —los que decidieron quedarse en la Isla— de aspiraciones verdaderamente cívicas y democráticas, fue rápidamente trastocado en la consigna sin final de calculadores militares con trono acrítico. Y la mayoría lo aceptó. Y quien no lo aceptaba debía irse. No más opciones.

¿Habrá modo de recobrar para el futuro la posibilidad de vivir en democracia? ¿La comprensión y necesaria asimilación democrática en la mayoría la alcanzaremos por un natural esfuerzo propio o, como en Rusia o Alemania, nos llegará como un modelo inventado en el extranjero?

Lo que ha instaurado Fidel Castro dentro de la Isla es el desgobierno del odio visceral. El silencio de una prisión. El ordeno y mando de un carcelero insaciable. Millones de personas lo padecemos todavía. Durante más de cuatro décadas ha decidido por sí solo, a tal punto que de arriba hacia abajo todos reproducen su manera de proceder en política. Desde su hermano Raúl hasta el último administrador de una cooperativa agrícola en Maisí. Desde poner un cartel frente a la Sección de Intereses hasta enviar a reclusión a enfermos de sida o inseminar vacas para crear una nueva especie.

Se siente muy libre un régimen que fusila y encarcela según espurias leyes y sin dar cuentas a nadie, en primerísimo orden a su propio pueblo. Su impunidad crece en la misma proporción que se reducen las libertades individuales, la capacidad de expresar disidencias o críticas, los espacios de concertación independientes del poder político, el mecanismo de fortalecimiento de la sociedad civil.

Eso es Cuba hoy. Dígase no sin tristeza, pero con alguna esperanza. Despedimos un año muy duro, otro más, que alentó en nosotros las ansias no reprimidas de respirar en pluralidad. Un año, sí, más merecedor de olvido que de tributos memoriosos. El nuevo que llegó nos pone a apostar con renovadas fuerzas por una senda definitiva que nos conduzca a la reconciliación y la libertad más plena, todo aquello que queda cercenado por el oprobio de las dictaduras.

El concierto de naciones democráticas en este convulso mundo nos lleva ya un buen trecho. A la larga ese tramo recorrido puede beneficiarnos si aprendemos de los errores propios y ajenos. Y es que ninguna transición democrática nos será ajena. De todas tendremos que tomar lo realmente valedero y sacar nuestras cuentas de futuro.

Recuperemos la fe en la democracia futura. No se trata tampoco de que cualquier modelo sea mejor a esta insensatez en la que vivimos hoy. Un proyecto democrático incompleto, con rasgos autoritarios, con bandazos sociales y mordazas ya conocidas, en el que la economía sea locomotora y los derechos y libertades sean una suerte de furgón de cola, no resolvería a la larga gran cosa. Nos pondría de nuevo en la fosa de los tiranuelos populistas, amigos de los poderosos y nuevos ricos. Se trata de comenzar a razonar la sociedad en que queremos que crezcan nuestros hijos y nietos, de exigir aquello que nadie puede ya usurparles, de luchar con valentía y asimilar con dignidad el papel de cada cubano en la transición que viene.

Cuba nos duele a todos. Aún nos duele. A los de adentro y a quienes han debido marchar al exilio. Muchos en el mundo sienten un sincero afecto por la causa del pueblo cubano y se desligan oportunamente de la torpe tozudez de los autócratas de viejo cuño. Con esos amigos de todas partes también habrá que contar llegada la hora de rearmar nuestros proyectos futuro. El mapa de nuestra democracia en primerísimo orden.

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