www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Sastre, Gopegui y el ángel caído
Leyendo la prensa: Los nuevos colonizadores creen saberlo todo sobre Cuba, cuando sólo hacen creerlo todo.
por ROGELIO FABIO HURTADO, La Habana
 

Acabo de comprar La Jiribilla, publicación subsidiaria de la homónima revista digital creada por el Ministerio de Cultura de Cuba para promover en la Internet el pensamiento de los intelectuales que le son afines. Puesto que carezco de acceso a esa red contemporánea, me remedio con esta versión de papel, aunque sospeche estarme perdiendo buena parte de los textos; pero, en fin, para distraerse durante la odisea del Camello hasta Marianao, es suficiente.

A. Sastre
Alfonso Sastre.

Empiezo por el artículo de portada, Los intelectuales, el entusiasmo y la revolución cubana, a cargo del dramaturgo español Alfonso Sastre. De antemano declaro que este "camarada" pertenece a la casi extinta estirpe de escritores que llaman al pan y al vino por sus nombres, y tampoco se suma a los muchos licenciados-vidrieras, más interesados en imponernos su erudición vasta y exquisita que en decirnos lo que realmente piensan sobre esto y aquello. Hecha esta salvedad, entremos en materia.

El hombre nos presenta un tema de larga duración: la relación de los intelectuales y artistas de izquierda y la revolución cubana, desde 1959 hasta el día de hoy. Si bien excluye a sus  pariguales cubanos, y esa clasificación "de izquierda" es harto ancha y encubridora, ambas insuficiencias no constituyen delito.

Sastre declara frontalmente que el suyo es el "punto de vista de una persona que sintió un gran entusiasmo en los orígenes de esta gran revolución y que hoy persiste en aquel inicial entusiasmo, mientras que otros muchos colegas pasaron de un idilio inicial a una ruptura posterior, que ya en 1971 dio lugar a un documento contra la revolución cubana que suscribieron muchos de aquellos morados y entusiastas, con motivo de que el poeta Heberto Padilla había sufrido una detención por presuntas actividades contrarrevolucionarias".

Señalaré algunas objeciones. La carta de protesta contra la detención del poeta no fue un documento contra la revolución cubana, sino una discrepancia significativa respecto a una acción tomada contra un escritor que sobresalía por su independencia de criterios. Las presuntas actividades contrarrevolucionarias jamás fueron tales, como quedó corroborado por la autoconfesión del propio Padilla, hechas ante sus iguales en la Unión de Escritores. No obstante ser exonerado sin proceso judicial alguno, inmediatamente el nombre del escritor y de muchos de sus amigos desapareció de la realidad cultural del país. Sastre no está al parecer del todo despistado, pues ese fatal adjetivo reapareció en la mínima nota publicada por el diario Juventud Rebelde con motivo de su deceso en el año 2000. Lamentablemente, Sastre retoma el calificativo, pero pasa por alto la etapa correspondiente al llamado decenio gris, iniciado a raíz del entonces llamado "Caso Padilla".

Censura a su favor

Salta desde ahí hasta la primavera de 2003, cuando se reprodujo la ruptura "por una razón bastante más grave: la aplicación de unas penas de muerte, en un momento, asimismo, mucho más grave". Persiste en la omisión, esta vez lo no sucedido es la ola de condenas desmesuradas contra 75 cubanos, juzgados como traidores a la patria por ejercer derechos políticos internacionalmente reconocidos. Sastre dirá que "eso lo sabe todo el mundo, etcétera", pero al excluirlo también está ejerciendo la censura a su favor.

Prosigue un flash back, que nos devuelve a los "felices" sesenta: el Congreso Cultural de La Habana, en 1968, cuando "entre aquellos colegas había una gran parte partidaria y ferviente de la guerrilla en cualquier condición y circunstancia, y que casi tildaba de contrarrevolucionarios a quienes pensábamos que la guerrilla era una opción…".

En este punto, Sastre toma desquite en nombre de la legitimidad de que los escritores literarios se dedicasen a la literatura, cuando se les exhortaba a "alejar de nosotros nuestra pluma y sustituirla por una metralleta". Hay que decir que lo hace hasta con irrespeto: "Regis Debray ocupó un gran espacio con un librito que se editó en Cuba bajo el título de ¿Revolución en la Revolución? en el que invitaba a que grupitos armados se tiraran al monte…". ¿Cómo el aguerrido Roberto Fernández Retamar permite que la lucha armada sea carnavalizada de tal manera?

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