www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de julio de 2005

 
  Parte 1/2
 
Basta un ojo para el horror
Leyendo la prensa: El prisma con que La Habana mira las reuniones anuales de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
por ROGELIO FABIO HURTADO, La Habana
 

"Para el horror, basta un ojo de asombro", afirma con razón Heberto Padilla en uno de los versos de su libro Fuera del juego. No obstante, cada quien escoge el horror al que dirigir su vista. Acaso sólo la mirada de Dios alcance a contemplarlo simultáneamente. Lo más humano en estos interminables tiempos difíciles es que cada uno se horrorice con lo que hace el enemigo y excuse o niegue la evidencia del propio, en nombre de los imperativos de la guerra perpetua.

Ahora, un pensador tan serio como el marxista cubano Aurelio Alonso, en el artículo Ojo con lo que nos quieren quitar, publicado por La Jiribilla, aborda el tema de las reuniones anuales de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y lo hace con un enfoque muy personal:

"Son los representantes de 61 países que se supone valoren y acuerden sobre las cosas que debemos tener o que se nos quiere dar en materia de libertades y derechos. Para eso se cree que nos concertamos y nos asociamos en el mundo y no para justificar y bendecir que se nos quiera quitar lo poco que ya hemos alcanzado".

Esta reducción de la práctica de dicha institución internacional omite la existencia de una Declaración Universal de Derechos Humanos, que norma el cumplimiento o no de esos preceptos en cada país, según se cumplan o se violen sus artículos. En su lugar, el autor identifica esas exigencias valederas para todos los países con las intenciones políticas hostiles bilaterales, en este caso entre Cuba y Estados Unidos. A partir de esta argucia metafórica, Alonso despliega con destreza sus argumentos: "Que no haya una sola persona que tenga que acostarse un día sin comer, aunque no se coma bien todos los días ni se tenga acceso a los disfrutes de la gastronomía".

Así, dedica varios párrafos a describir el cumplimiento por parte del sistema cubano de los derechos sociales básicos: al trabajo, a los cuidados de salud y a los servicios de educación y cultura. Aunque no hace en ningún caso la salvedad de los privilegios de tipo político que condicionan o modifican el disfrute de estos derechos —excepto el referido a la atención médica—, en general puede coincidirse con Alonso sobre ese tema. Nadie, ni en Ginebra ni en ninguna otra parte, ha acusado a La Habana al respecto.

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