www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de julio de 2005

 
   
 
Un 'pasito' atrás
Leyendo la prensa: Malversación de los dividendos del transporte público urbano. ¿Qué ha pasado con la moral de las generaciones formadas en Cuba desde 1961?
por ROGELIO FABIO HURTADO, La Habana
 

El tema del transporte urbano en La Habana no pierde vigencia, para desgracia crónica de los habaneros. En un artículo publicado recientemente por el semanario Trabajadores con el título de ¿Boletines en los ómnibus?, su autor, Gabino Manguela, comparte la vieja preocupación patronal respecto a la parte de la recaudación que se queda en los bolsillos de la tripulación del ómnibus y del "camello". Asimismo, describe con exactitud los diversos métodos utilizados para esa apropiación por la libre de una parte de los dividendos. Tampoco es remiso en mencionar la inutilidad de las medidas antes anunciadas para resolverlo a favor de la empresa estatal de ómnibus urbanos.

M3

Subraya el articulista: "Y se va haciendo tan generalizado este fraude, y tan evidente, que cuesta trabajo aceptar que ocurra cada día, a cualquier hora (…) La desenfadada actuación de quienes cobran el pasaje y no entregan boletos evidencia, entre otras cosas, gran impunidad, pues no parecen ocultarse de nada ni de nadie…".

Sabemos que en Cuba la primera solución en la que se piensa para combatir cualquier manifestación indeseable es la represiva. Vigilar y sancionar son verbos de conjugación corriente entre nosotros. Si en este terreno han fracasado, entonces el asunto es grave.

Tampoco se le escapa al periodista otro elemento sumamente significativo: los pasajeros no sólo aceptan estos procedimientos, sino que "no son pocos los que también se disgustan si alguien exige su comprobante". Es decir, que la ilegalidad no merece la reprobación pública. ¿Por qué ocurren estas contradicciones en el seno del pueblo?, se preguntaría Mao Tsé Tung. No tan marxista, pero muy habanero, procuraré responderle.

Creo que el auténtico meollo del asunto está en lo que no dice Manguela: es la perenne crisis del transporte urbano la que da pie a eso y mucho más. Cualquier condenado a viajar en el "camello" sabe que es imposible para un inspector atravesarlo de popa a barbacoa para verificar la tenencia del dichoso papelito. Tampoco es secreto que, ansioso por el tiempo perdido en la agonía, al pasajero le importa muy poco si el chofer está incumpliendo con las normas dictadas al respecto.

El burócrata y el pasajero

A cualquier hora, si uno tiene la paciencia requerida, puede contar un número considerable de ómnibus que circulan vacíos, aunque las paradas estén desbordadas de gente. Hay que suponer que estas guaguas no recogen a nadie porque su chofer no está autorizado para ello. Entonces, este hombre cumplidor, no les resuelve su problema. Puestos a filosofar, diríamos que en este campo, legalidad y satisfacción se contraponen. Parece que una cosa piensa el burócrata y otra el pasajero.

Manguela sabe que el ómnibus consume prácticamente el mismo combustible —lleno o vacío de gente— durante el trayecto, y que la prohibición de coger pasaje está dictada por la imposibilidad administrativa de controlar ese ingreso extra. Recuerdo que la administración capitalista del Hotel Nacional empleaba durante la temporada alta a personal dispuesto a trabajar sólo por las propinas. ¿No podría calculársele un estimado al chofer por este servicio tan útil a la comunidad?

Propone el periodista como remedio "la necesidad de crear mecanismos de cobro que eliminen la manipulación del dinero en el ómnibus". En las actuales condiciones, eso generaría a su vez nuevas dificultades y molestias, pues no modificaría la relación entre la demanda y la oferta de transporte. ¿Qué pasaría la mañana en que el puesto de venta de boletines amaneciese cerrado por enfermedad repentina del honrado dependiente? Claro, desde el punto de vista de la administración, puede que, como dice, "garanticen que todo el dinero recaudado vaya a las arcas estatales", aunque a estas alturas, no me atrevería a darlo por seguro.

¿Qué ha pasado con las cualidades morales de estas generaciones nacidas y formadas por el único sistema educacional vigente en Cuba desde 1961? Los propietarios de guaguas de la desaparecida COA (Cooperativa de Ómnibus Aliados) resolvían relativamente este problema mediante un reloj contador y un pequeño número de inspectores.

En los años sesenta, imbuidos de productividad, se suprimió el mal llamado conductor a favor de una alcancía, pero el tiempo demostró que esto no resultaba, y reapareció el conductor o la conductora, retomando una apertura al empleo de la mujer en este sector, ya establecida en las rutas 26 y 27 de la COA. El cuerpo de inspectores se limitó a controlar los horarios del chofer y, desde entonces, no han vuelto a subir a la plataforma. Creo que el cartón y el despedidor siguen existiendo. Las plazas en la COA era muy apreciadas, y quien se señalase como ladrón, la perdía.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La Habana: El fatum de Fayad Jamís
RAFAEL ALCIDES
Canarias: Trínquenme ahí ese poema
MANUEL DíAZ MARTíNEZ
La Habana: Deporte y libertad
ANA JULIA RIVERO
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir