www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de julio de 2005

 
  Parte 1/2
 
Cuando un amigo se va
El Papa Juan Pablo II viajó muchas millas para recordarnos, en un español con acento polaco, que venimos todos de una misma casa.
por ARTURO LOPEZ LEVY, Denver
 

En marzo de 1998, fui invitado por la orden de los dominicos a participar como cubano judío en un panel sobre la visita del Papa a Cuba, que había ocurrido en enero de ese año. El escenario fue ese maravilloso espacio de diálogo y reflexión que es el aula Fray Bartolomé de las Casas del Convento de San Juan de Letrán, en el Vedado. Allí, bajo el auspicio del bondadoso padre Manuel Uña y la guía de monseñor Carlos Manuel de Céspedes, nos reunimos varios centenares para festejar lo que había sido un extraordinario triunfo para las ansias de progreso, solidaridad, justicia y libertad en nuestra patria. Siete años después repaso algunas de las notas de entonces:

Su S. J. P. II
Papa Juan Pablo II, junto al principal rabino de Roma, Elio Toaff.

"Fue una semana histórica que sacudió a Cuba y sus relaciones con el mundo. Las plazas se llenaron para escuchar un mensaje de esperanza y reconciliación nacional más allá de las posturas de confrontación".

"Con su visita, los cubanos fuimos más libres en calidad y cantidad. El Papa nos recordó que tan natural como la noche sucede al día, el mundo se mueve hacia mayores espacios de libertad y nos dijo: 'No tengáis miedo'".

"Religión y política son temas diferentes pero todas las religiones tienen una función social. El Papa ha reclamado ese espacio legítimo para todas las comunidades religiosas de la Isla, reconociendo todo lo que hemos andado desde 1992 y todo lo que nos queda por andar".

"En su rechazo a las medidas unilaterales de coerción contra nuestro país (dígase el embargo norteamericano), por inmorales y contraproducentes, el Papa fue un cubano más".

"En su diálogo con las autoridades y en sus llamados a que Cuba se abra al mundo, y el mundo se abra a Cuba, el mensajero de la esperanza nos recordó el valor de reconocernos en nuestra común identidad. Su prédica fue clara: el camino del progreso está en la apertura, el diálogo y la piedad".

"En su esclarecedora intervención en el Aula Magna, el Sumo Pontífice nos llamó a mirar a Cuba con los ojos virtuosos de Félix Varela y el apóstol José Martí, de afincarnos en los valores patrióticos de justicia y libertad de nuestra nación, de preferencia por el cambio gradual pero continuo, de la relevancia vareliana de sembrar ideas para el futuro".

"Con su diálogo en la Nunciatura con representantes de las iglesias protestantes y de la comunidad hebrea, el Papa Wojtila, que ha sido protagonista de los avances en el diálogo católico-judío, nos mostró un camino en el que debemos andar más todas las comunidades religiosas, creando ejemplos de civilidad y colaboración".

Un gigante moral se ha ido

No soy católico y no podría comentar sobre la trascendencia de Juan Pablo II para su iglesia, pero siento la necesidad espiritual de sumarme a los millones que están de luto en todas partes del mundo por la pérdida de ese gigante. Tributo especial merece este Papa, que reconoció la falta de solidaridad cristiana en los días difíciles del holocausto y negó toda base teológica para las discriminaciones históricas de las que los judíos han sido víctimas.

Juan Pablo II visitó la Gran Sinagoga de Roma, donde llamó a los hebreos "nuestros hermanos mayores". Bajo su pontificado, la Santa Sede estableció relaciones con el Estado de Israel y el Papa visitó la Tierra Santa, incluyendo memorables oraciones en el Muro de los Lamentos y el memorial a las víctimas del holocausto.

La rectitud moral de Wojtila creció desde las circunstancias de su fe. El futuro Sumo Pontífice vivió desde muy joven las degradaciones del totalitarismo de derecha y de izquierda. La soberanía de su patria, Polonia, fue dos veces pisoteada, primero por las hordas hitlerianas y luego por la imposición soviética.

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