La Unión Europea se ha convertido, en el último año, en uno de los escenarios más coherentes y oportunos para el apoyo a la democratización de Cuba.
Las presiones diplomáticas, el reconocimiento a la disidencia interna, la posición común sobre la necesidad de promover los derechos humanos y las libertades fundamentales, además de la mejora de las condiciones de vida de los cubanos, han causado verdaderos estragos en la imagen internacional del régimen de Fidel Castro, a quien de momento, no parecen quedarle andamios geopolíticos en los que sostenerse, tras hallar en la UE un nuevo "enemigo".
La posición común, propuesta por el gobierno de José María Aznar en 1996, y ratificada esta semana por decimocuarta ocasión, sin necesidad de debate, ha sido una clara señal enviada a La Habana. Europa no considera que se hayan producido cambios mínimos en la situación de los derechos humanos y, por tanto, no se plantea revisar lo acordado al respecto.
Los cancilleres de la región decidieron, además, mantener las medidas decretadas en junio de 2003, tras la campaña represiva realizada por el gobierno cubano; entre ellas, la reducción de las visitas oficiales a la Isla y la invitación de disidentes a las celebraciones de fiestas nacionales en las embajadas europeas en La Habana.
Sin embargo, las organizaciones de la oposición interna y el exilio deberán insistir ante los Veinticinco en que la liberación casuística o premeditada de opositores encarcelados —aunque buena noticia al fin— no debe ser interpretada como un paso determinante en el cambio de régimen en la Isla. Tal "gesto", más allá de una estrategia, no significará, en la práctica, una mejoría en la situación de los derechos humanos de los cubanos, ni en la obtención de libertades políticas.
La ampliación de la Unión, ahora con diez nuevas naciones, muchas de ellas ex comunistas; las recientes elecciones al Parlamento Europeo y la posición del nuevo gobierno español serán determinantes en los próximos años.
El actual arco parlamentario, donde el Partido Popular Europeo (PPE, 276 escaños) ya ha demostrado su apoyo a la causa de la democracia en Cuba, junto a un Partido Socialista Europeo (PSE, 201) que también ha perdido cualquier posible ilusión sobre la "utopía" cubana, sin dudas puede garantizar la continuidad de las políticas de presión hacia el régimen de La Habana.
A este espectro se suman los partidos Liberal (66) y Europa de las Diferencias (15), muy comprometidos con la democratización de la Isla —junto al PPE, decidieron en la legislatura anterior el Premio Sajarov de los Derechos Humanos a favor de Oswaldo Payá—.
Un panorama como el anterior, donde el PSE alcance una mayor coordinación, lejos de las insólitas propuestas (en nada acordes con la política oficial del PSOE) del ratificado parlamentario español Miguel Ángel Martínez —quien funciona como caja de resonancia de los argumentos de La Habana en el Parlamento Europeo—, podría conformar un escenario concreto de solidaridad frente a la tensa realidad que vive la Isla. |