www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/5
 
Un presente lleno de urgencias: Al habla con María Elena Cruz Varela
'Con 75 disidentes cumpliendo largas condenas, con tres fusilamientos, el miedo ya no me vale', afirma la autora de 'Dios en las cárceles cubanas'.
 

Junto a la protagonista, ¿ha sido quemada la autora?

Yo creo que siempre estuve a punto de ser quemada. Es muy curioso, porque una cosa es lo que la gente ve, lo que la gente habla, lo que los demás cuentan de ti, y otra cosa eres tú contigo misma. Y un poco en ese plano, sin hacer analogías, creo que quizás en el fondo de cada cubano hay un poco de esta historia de amor a la patria y de fe absoluta en la posibilidad de que todo sea mejor en algún momento. Pero sí, el mismo editor me decía "tú puedes, porque de alguna manera a ti también te han quemado, tú también has vivido ese tipo de hoguera, la hoguera de esta época". Yo creo que la hoguera es muy parecida a la silla eléctrica o a la ley de Lynch, o a un fusilamiento. De alguna manera, siempre nos están linchando por lo que pensamos o por lo que hacemos. Antes te quemaban: ahora puede que te fusilen o te encarcelen.

¿El actual clima represivo en Cuba le trae a la memoria sus años de prisión en la Isla?

Por suerte no he querido olvidar. Pero sí acomodar la memoria, no ver mi prisión desde el punto de vista de la víctima, sino desde el de alguien que luchó y continúa luchando por lo que cree. Y sí, me trae recuerdos muy angustiosos. Incluso en los primeros momentos, tras conocer la noticia de las detenciones en Cuba, lloré muchísimo, me vino una impotencia muy grande, una gran rabia. Ahí, entre los prisioneros, por lo menos hay tres amigos míos: Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal y Omar Rodríguez Saludes (que creo es con uno de los que más se han ensañado en cantidad de años). Los conozco bastante bien, y sé que no es justo, nada justo. Ni con ellos, que los conozco bien, ni con los que no conozco.

Raúl Rivero se inició en todo esto a partir de 1991, con la declaración de los intelectuales, con la Carta de los Diez. Fue al primero que fui a ver para que firmara la Carta, y lo hizo sin pestañear, sin vacilar. Sencillamente firmó. Y a partir de ahí ha mantenido una absoluta consecuencia. Que 12 años después lo condenen a 20 años de cárcel es una bestialidad, una burrada.

¿Qué pasa con el mundo? ¿Qué ha pasado que 12 años después la historia ni siquiera se repite, sino que se multiplica brutalmente? No he descansado, recuerdo el día que me enteré, estaba en Cuenca y pillé el primer autobús con lo que tenía puesto única y exclusivamente; si hubiera podido convertir el autobús en un cohete lo hubiera hecho… me juraba que nunca me iba a bajar del tigre, que esta vez me iba a tirar a la yugular de Fidel Castro. Todo eso en medio de la indignación, de la rabia: que está bueno ya, que no puede ser, que no tiene ningún otro sentido, que ni siquiera la literatura tiene sentido cuando sucede este tipo de cosas en tu país.

Hay mucho de equívoco. El otro día escribía en La Razón sobre eso, porque hay tanto desconocimiento de este lado del mundo todavía… hasta las personas más honestas, las mejor intencionadas, te miran y dicen: "Bueno, pero por lo menos tú eres libre". ¿Quién ha dicho que yo soy libre? No soy libre, nunca he sido libre. Sencillamente, ahora tengo más cordel para moverme y gritar, pero a mí lo que se me ha cambiado es una sanción por otra, por eso abominaría muchísimo que la única alternativa que le quedara a los 75 cubanos presos fuera la cárcel o el exilio. Y un poco todas las conferencias que he dado, todas las entrevistas, han sido en función de eso, de que se debe respetar el derecho a que el que quiera permanecer en Cuba, libre y ejerciendo su derecho a opinar sin tener que pactar ni callarse ni mucho menos, que lo haga. No tiene ningún sentido que se cambie la cárcel por el exilio. Quien quiera irse perfecto, es también su derecho; pero el que no, que no tenga que hacer ese tipo de transacciones tan humillantes, que en definitiva no son la libertad.

Hay en el mundo un país al cual no puedo entrar, y mientras eso suceda no puedo considerarme libre.

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