www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/3
 
Tras la pista de Escobar y Castro
La periodista colombiana Astrid Legarda, autora del libro 'El verdadero Pablo', analiza los nexos entre La Habana y el Cartel de Medellín.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

Dice que no le teme a nada. Lo ha visto todo, o casi todo. Lleva en su cuerpo un recuerdo incómodo: una esquirla de granada, que la hirió accidentalmente durante un combate entre la guerrilla y el Ejército colombiano en el año 2000. Las FARC atentaron contra su vida en 2001, en Bogotá, y al año siguiente fue declarada "objetivo militar" de la guerrilla.

A. Legarda
Astrid Legarda.

Nacida en el sur de Colombia, la periodista Astrid Legarda ha tropezado varias veces con la muerte, sin que ésta ni los peligros particulares de su profesión —sobre todo en un país como Colombia—, lograran desanimarla.

Comunicadora, máster en Ciencias Políticas en Estados Unidos y especializada en Israel en asuntos de guerra y áreas de conflicto, Legarda acaba de publicar un libro que no ha podido ser más polémico, tanto en su país como en la región, adonde han llegado las consecuencias de sus revelaciones.

El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte (Ediciones Dipon-Gato Azul, 2005) no sólo ha mostrado la cara más cruel de la corrupción política en Colombia, sino también los vínculos de personajes como Fidel y Raúl Castro, Manuel Antonio Noriega y Daniel Ortega con el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, según los testimonios de John Jairo Velásquez, alias Popeye, lugarteniente de Pablo Escobar, jefe del Cartel de Medellín.

¿Cómo llegó a sus manos un material como éste?

El libro arranca cuando yo era periodista del canal RCN Televisión y cubría las fuentes de orden público, cárcel, narcotráfico, paramilitares e investigaciones especiales. Fui a la cárcel y conocí a John Jairo Velásquez (Popeye). Obviamente todo el mundo sabía en Colombia quién era él, porque fue lugarteniente de Pablo Escobar Gaviria. Era uno de los sicarios más conocidos.

Él empezó a contarme historias. Le dije que hiciéramos un libro y me dijo que no era el momento porque había enemigos suyos aún en la calle. Posteriormente, seguimos en contacto. Cuando me retiro del canal, él me llama y me dice que ya está listo para el libro. Empecé a visitarlo en la cárcel de máxima seguridad donde estaba y empezamos a hacer el trabajo.

¿Fue fácil sacar la información de la cárcel?

Inicialmente, como me tocaba ir de visita, no podía entrar ni grabadora ni libretas, ni podía sacar absolutamente nada. Él sí podía bajar una libreta y un lapicero, y escribía la conversación durante la visita. Yo no podía escribir nada. Yo le interrogaba sobre su vida, sus experiencias, su adolescencia, sus amores, sobre cómo conoció a Pablo Escobar, sus primeros muertos. Antes de salir le dejaba una tarea. Tenía que responderme un cuestionario.

Posteriormente él se llevaba la libreta y la guardaba en la celda. Luego podía enviarme correo, pero las cartas eran leídas por la guardia. Una amiga suya colaboró mucho. Él le escribía cartas de amor, por decir algo hasta diez páginas, y en la mitad de todo eso metía las conversaciones, nuestro trabajo. Así mantuvimos el correo durante seis meses. Luego, por teléfono, también trabajamos con nombres en clave.

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