www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/4
 
Carta al obispo Espada
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Usted sabrá perdonar los bandazos de doy cuando despliego la vela, y surco (qué palabreja más fea y terrosa) el ancho mar de la descarga trovera. A todo trapo, con diez canónigos por banda. Obispando y con el mazo dando, que tengo hipófisis de matute, con contrato temporal, y sin mucho fijador. Lo de la silla turca ya es otra dolencia antigua, desde que se acabó la laca, el barniz y se me jorobó la gubia. Aunque enseguida llegó una tigueña. Usted sabe lo cachondos que somos nosotros los de alta cuna, que también se llama alcurnia, pero que siempre confundo con mancuerna. Porque aviso a todos acá que fue traído a este universo un poco sánchez y ajeno en cunita de oro, en rancio abolengo, noble y vasco. Y ahí coincidimos. Tal vez yo vasco menos, pero lo de noble lo testifican las miles de personas que han padecido el trauma de conocerme. Y lo dicen, lo riegan, lo murmuran, "y es un escándalo, dicen, y hasta se maldicen por tener razón": ¡Qué noble es este tipo, cará! Es palabrita del niño Jesús. Claro que son sólo coincidencias, porque usted estudió en Salamanca, donde permaneció dieciséis años, y yo casi en la sala de mi casa, que no llegaba a manca, pero cojeaba un poco, y dando tumbos por los campos de Cuba.

En unos datos que hallé sobre su vida se dice textilmente esto: "Pero si el ámbito familiar signó su espíritu con una profunda religiosidad católica, el marco social impregnó su pensamiento de un profundo amor a las libertades regionales e individuales". No sabe cómo me carcomen un poco la sana envidia y también la otra. Ya cuando abrí los ojos estaban suprimiendo los ámbitos. Y qué le voy a hablar de los marcos, que hasta los sociales cogieron un retumbante comején. Y mire qué cosa que a mí lo de las libertades no se me dieron así, de las municipales no pasé mucho, por aquello de mi tendencia a la territorialidad, mi manía a construir otras paredes con el polvo, porque de ahí venimos y allí vamos. La diferencia es que lo mío siempre ha sido polvo enajenado, constantemente hecho Terri —y sin malla dorada—, sin originarme en Cienfuegos, donde alguna vez caí en uno de mis Sautos. Por eso, para entenderle a usted, debo decir aquí que en 1792 lo nombraron Previsor y Vicario General de la Abadía de Villa Franca, donde ejerció la dolencia en Filosofía. Así se puede entender que, siendo usted previsor de oficio y hasta de ánimo, hiciera uso de su cabeza más que de su espada, que hay quien hace lo contrario, y castra todo. Debe ser por esa razón, ahora que seguimos entre la espada y la pared, que pienso en su filo enhiesto. Una Espada con ideas vale más que ideas con doble y mortal filo.

El 11 de agosto de 1800, el Rey Carlos IV lo nombró "Obispo de San Cristóbal de La Habana", aunque demoró un par de años en llegar a la Isla, el 25 de febrero de 1802. Entonces eso era una especie de embarque y no precisamente una misión internacionalista. Lo primero que hizo usted al embarcar, fue marearse, pero cuando desembarcó, más despejado, metió mano y puso a gozar la época. ¡Qué linda época, caballero! No niego que había algunos problemas, y se notaba hasta cierta esclavitud, fundamentalmente en las mañanas y con sol despejado. Tal vez por esa razón, inauguró su merced, con embullo y espíritu constructivo esa ondita pegajosa del Control y Ayuda, pues se lanzó en gira supervisora en noviembre de 1803. Imagino el trabajo que pasó para peinar la cosa hasta el Camagüey. El transporte ha variado muy poco en todo este tiempo. En el recorrido estuvo fisgoneándolo todo como un relator de la ONU, tal vez más suave, por las costumbres del momento, en que obligaban a que el relato fuera con orden, y en la pachanga vio el desorden: mucho benedictino, pero una enorme cantidad de carmelitas descalzos. De allí sacó la primera guanábana sin espinas que emitió usted, con la que intentaba emparejar a todos por el sonido. Equilibrar a las clases sociales a nivel de oreja es como una pequeña revolución, muy de trompa de Eustaquio y todo, pero revolico decibélico. Ahora hay uno que le emula como mulo, y que le recuerda en lo que hace pues en su actuación todos son días de espada. Ése repitió la fórmula sin poner camarones, y emparejó también a nivel de orejuela: todos hundidos hasta el cartílago. Sólo ha habido un defecto en su proyecto: de la guataca se ha pasado a guataquear, y los oídos se volvieron sordos.

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3. Pues sí, para no hacer...
4. Presidiendo aquella Sociedad...
   
 
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