www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
Parte 3/4
 
Carta a Valeriano Weyler
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días (…).

Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra.

De tal manguera, los alzados dejaron de incluir en su dieta chorizos El Miño, y los capitalinos, de colar el aromático café oriental. El argumento más socorrido, o lo que es lo mismo, la turca esgrimida para tal barbaridad fue que todo se hizo "al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y piratas yanquis", y ya aparecieron los yumas en nuestra historia, amenazantes, acechantes, peligrantes, intrigantes e intromisionantes. Con ese golpe de bibijagua, guerrero y estratega, concentró usted a los amigos confundidos y desconcentró a los enemigos intransigentes, con lo que se quitó de arriba un gran problema de abastecimiento a los contrincantes, impidiéndoles el acceso a la impedimenta y, de paso, en el trasiego de gentes, dividió a los cubanos. Los campesinos reconcentrados —en su tristeza y su rencor— comenzaron a echarle la culpa de sus desgracias a los beligerantes centauros de la manigua redentora. Clásico y genial. Un karatazo a la yugular, una búfata con la manoplana, un trastazo con nudillos, en fin, un baquetazo espúreo, digno de su talante pestilente.

Los concomitantes comenzaron a pasarla canutas dentro y alrededor de las ciudades, privados del libre acceso al papeo, así que, en el fondo, fue usted nuestro primer dietista. Todo un especialista en métodos de adelgazamiento. Mire si le funcionó el segundo objetivo oculto, lo de la roñita de los concentrados a los desconcentrados, que he descubierto estas notas cubiertas que pongo a continuación, y que formaron parte de la propaganda sorda que difuminaron sus mesas redondas, voceros, voceantes, vociferantes, ediles y correveidiles: Las extremas medidas "fueron necesario poner en práctica debido a la actuación terrorista de los insurrectos, que arrasaban los campos y sus cultivos sin importarles la subsistencia de la población civil con mayoría de ancianos, mujeres y niños, ya inmersos en la miseria de la guerra". Con tal elegante estocada le colgaban el mochuelo a los libertadores. Ahora entiendo por qué Sindo Garay se quedó chiquitico y tan esmirriado, que al verle actuar, la guitarra parecía un contrabajo.

En mi triste vertiente (Camagüey, Florida y Morón) de ratón de biblioteca, destripador de añejos archivos, desapolillador de obtusas y polvorientas carpetas, hallé otros miedos coloniales, análisis temblorosos ante la pérdida del poder, donde le cargaban el muerto a fantasmales amenazas externas. Pasen y lean, que esto me suena muy actual: "La desesperación, miseria, muerte y caos que sigue es el caldo de cultivo esperado y deseado por la caterva de periodistas yanquis afincados en la Isla que servían puntualmente la noticia, claramente interesada y partidista, a sus rotativos norteamericanos…(sic)" y también noc. Un articulista, sospechosamente hijo de la madre patria, apunta además: "Esta presión periodística, diplomática y política sobre Weyler (…) dio totalmente al traste con el deseo de este general, encomiable desde todo punto de un militar de la época, cual fue su propósito de ganar la Guerra de Cuba prácticamente perdida cuando tomó el mando de las operaciones…". Le zumba el merequetén. Weyler para creeyler. Me arranco un pelo de la barba y me convierto yo mismito, solo y sin que me arrempujen, en opinión pública mundial; me estremezco y me canto a mí mismo, erizado por esa insensibilidad de los mambises, que sabotearon su limpia carrera y su pundonor, y se aliaron con una potencia extranjera. Madre mía, qué asco, qué traedores, cuán roedores, tan neófitos y neofacisssssstas fueronsss. Y yo que creía lo contrario, que es la otra punta de lo que se piensa, con lo cual dilucido que la lucha de contrarios es como un revoltijo de hilos y un nudo del carajo.

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2. Pero yo, que soy muy malo...
3. Todos los habitantes...
4. Yo pondría su paso por...
   
 
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