www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 2/2
 
Historia de un Panda
 

Para mi suerte, el banco no cerró a las tres, no se fue la luz ni se rompió la impresora. El único desajuste fue la lentitud de la muchacha inexperta que me atendía y se rascaba constantemente la planta del pie izquierdo, por demás sucia, en sus sandalias beige.

Tampoco hubo mayores inconvenientes, y una hora y media después ya tenía el cheque de mi crédito, que casi no me lo dan por no saberme el número de zona y CDR (ella admitió que lo inventara). Estaba lista para dirigirme a la tienda donde debo comprar mi "Panda".

Como mi dirección de carné de identidad está en el municipio Plaza y ahora vivo en Centro Habana, hube de negociar para acceder a los televisores situados en la tienda más cercana, es decir, en Centro Habana. Pero, pequeño inconveniente, dicha tienda está en inventario.

Al día siguiente, pasé bien temprano en la mañana y los 80 compañeros que ya habían organizado la cola de ese día me instaron a leer el cartel en la puerta: "Sólo atendemos a 25 personas diarias".

Desolada me fui al trabajo y aún no he decidido cuál de los próximos días madrugaré, para estar entre los primeros 25 de mi tienda, en la que me inscribiré para que en el mes siguiente un técnico en electrónica vaya a mi casa y me instale el Panda. No puedo llevarlo yo misma e instalarlo, sino con un técnico de la tienda. Las instalaciones están demorando porque no hay transporte con que llevarlo a las casas, así que más o menos en un mes alguien irá a mi puerta, entre 10 de la mañana y 5 de la tarde, justo a la hora en que yo trabajo, a instalarme la tele. Teóricamente, ese mes no debo trabajar esperando al técnico con el equipo, pues, de no estar en mi vivienda, paso nuevamente al final de la lista de los inscritos.

Esto sí sería desastroso, pues en dos semanas, como homenaje al 26 de julio, serán repartidos nuevos Pandas y esos nuevos beneficiados se sumarán a la lista de pendientes. Sí, porque ahora —luego de los 50.000 que fueron donados al pueblo bolivariano con sus respectivos vídeos, y que allí serán gratis— seguirán repartiendo en Cuba.

Supe también en mi cola de espera del bono que, además de la donación que el presidente Chávez agradeció públicamente, los chinos envían el televisor Panda con un equipo de vídeo y una mesita metálica, y que en Cuba separan en tres equipos y ponen los otros dos (al fin y al cabo no son esenciales, ¿eh?) a la venta en divisas, mientras los televisores (esenciales en este momento decisivo de la batalla de ideas) se otorgan como estímulos.

Los mantendré al tanto de la llegada del Panda a mi casa y de la programación de verano, mientras se me ocurre dónde guardar la caja vacía, pues si se rompiera en los próximos cinco años de garantía, debo llevarlo al consolidado en su caja original, de lo contrario no será recibido.

Durante estos enredos he pensado mucho en ustedes, pues de veras no imagino lo oprobioso que deba ser en el capitalismo la compra de un televisor Panda. De hecho, si algún día en sus sindicatos se lo entregan, piénsenlo dos veces porque si en el socialismo —donde se satisfacen las necesidades siempre crecientes del hombre— es un poquito complicado, me imagino que en el capitalismo será horrendo. Voilà.

* Anónimo en la Red

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