www.cubaencuentro.com Jueves, 14 de abril de 2005

 
Parte 2/3
 
Carta a Chano Pozo
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Lo que si está claro es que El Cabito, alias Eusebio Muñoz, te puso fumbi de un balazo —muerto era la única manera de verte pálido— en el Café Río de Harlem, la noche del 3 de diciembre de 1948, y después se embulló, como niño con pistolita de fulminante, y vació el cargador entero, es decir, te funbinó. Siete balas a plexo fijo. Y todo por quince dólares USA. ¡Dios, cómo cambian los templos! Hoy, en cualquier calle de La Habana, por quince fulas con devaluación y diez por ciento chupado, te hacen picadillo a la habanera sin sazonarte mucho, y lo que quede de ti se echa en la mocuba como sangre de gallo, para la caldosa, o para aguantar lo que venga.

Como aquella dama hirsuta y levemente lucumí, que alentaba a su marido guerrero, enredado en mayúscula trifulca —que luego en un acta resulta riña tumultuaria, despelote iracundo o reyerta— a demostrar su hombría arará, su plante jondo, con esta consigna mambisa: "¡Mátalo, mátalo, que luego yo te llevo la jaba al tanque!". Pero no era a eso a lo que iba, sino a esculpir tu estampa para inquirirte luego. Y no temas, asere boncó, que ninguna de estas frases son insultos; están registradas por plantes y academias. Brillan en el baroco de la lengua.

¿Y todo por qué, nagüe nagüe nagüe? Por un encarguito ahí que le hiciste al Muñoz y no cumplió; y como El Cabito era un cabo muy apagado, nada abakuende, acomplejado y eso, cuando le sonaste una búfata —que en inglés suena splash— le dieron cuerda y fue a cumplir aquella vieja enseñanza neoyorquina de que "hay que aprender a tirar, y a tirar bien". Y te saló tu estreno en el Strand, vísperas de Santa Bárbara, siá cará. ¿Y de qué era el encarguito, monina?

Ah, pues de manteca, precisamente. Para los no iniciados en los ritos abakuás, ni yorubas, es decir, para todo blanco ajeno a la Regla de Ocha, el Mayombe, el Palo Monte, y que no le meta a lo kimbisa, debo aclarar que la manteca, tu célebre "Manteca", no era otra cosa que el vulgar maní, léase cannabis, yerba, furi furi, maríita, marijuana o mariguana, que entonces, a pesar de ser Harlem, no la vendían por receta médica y que necesitabas para no sé qué tratamiento. Eso te daba vigor para entrarle al pellejo de chivo. Una cachadita y había que ver tu habilidad en cueros.

Pues va a ser que yo tenía razón con mis temores infantiles, y te ñampiaron por fumar, que en este caso fue por no fumar. Por eso, sin humo, apago el tabaco y repaso tu corta vida. Antes apuntaré, para dar tu perfil en un par de brochazos, que le llevé tu foto más lucida —aquella en que eres todo cajetilla, vestido de smoking blanco de Los Dandys, que es como un "no smoking"— a un pisicólogo catalán.

El clínico Joan Massip miró tu estalaje con parsimonia de Reus y pachorra de la escuela de Viena. Su ojo perspicaz repasó tu nívea estampa exterior de ekueñón tánkuebo, con sorpresa europea y estupor pirenaico —si le digo que tirabas más bien para ekueñón sanga kerobián habría pensado que para ser armenio estabas muy prieto—, y preguntó impasible: "Y este señor, ¿a qué tribu pertenece?". Dio en el clavo, aunque luego, desconociendo tu estirpe abanekue y tu vocación de Moní Bonkó se aventurara a afirmar que de seguro eras un antiguo filósofo pre socrático, un cartesiano tropical o algo similar. Hay que ver el daño que llegan a hacer los calçots si uno se pasa con la salsa.

Ahí mismo aproveché para tamborilear sobre su escritorio y contarle que habías nacido, el 7 de enero de 1915, en el solar Pan con Timba, en El Vedado, Ciudad de La Habana, para vivir más tarde en la casa de vecindad El África, sita en el insigne barrio de Pueblo Nuevo. Le añado luego la parte no cifrada de tu venida al mundo, es decir, que te parieron bastante tostadito y problemático, con una indomable inclinación al gaznatón, que se convertiría posteriormente en vocación a la hostia o galleta, acrecentada por un físico muy alejado del de Rodolfo Valentino, un instinto natural para sacar sonido de lo que sonara o se dejara hacer sonar, lo mismo un rostro que un boncó enchemé o un chuchiyeremá, y creciste a contrapelo hasta donde se pudo, que no fue mucho, y que en realidad tragaste bastante ñame con chivo de sacrificio, y no compotas y boberías, y que tal vez por ese dato y el apego de los ancestros, jamás tuviste las mejillas mofletudas y sonrosadas.

1. Inicio
2. Lo que si...
3. Acto seguido...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a la Croqueta Lunajod
RFL, Barcelona
Los abajo firmantes
ENRISCO
Carta a los Zapaticos de Rosa
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Bajo presión
ENRISCO, Buenavista
Carta a José Silverio Jorrín
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Carta a los Vegueros de la Rebelión
RFL, Barcelona
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir