www.cubaencuentro.com Martes, 15 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
Contra corriente
La Habana elogia los avances vietnamitas mientras desdeña la política económica que los ha hecho posibles.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa
 

Fidel Castro llegó a Vietnam —su tercera visita a ese país asiático— y después de contemplar algunas de las transformaciones en Hanoi, la capital, declaró:
Estudiantes vietnamitas
Universitarios vietnamitas reciben a Fidel Castro.
"Estoy verdaderamente admirado, más que admirado, asombrado, de lo que el pueblo ha hecho bajo la dirección del Partido".

Fue publicado en la edición del diario Granma del pasado 22 de febrero. No puede ponerse en duda la veracidad de la afirmación.

Lo triste del caso es que el mandatario cubano reconoce los logros, pero se niega a aplicar en la Isla las experiencias y transformaciones económicas vietnamitas, que nunca han sido explicadas por la prensa oficial criolla.

Durante la visita de 1995 (la segunda), exactamente el 13 de diciembre, Castro dijo en la ciudad Ho Chi Minh: "Las experiencias de todo lo que Vietnam está haciendo las seguimos de cerca y tienen un enorme valor para nosotros".

Lo del "enorme valor" parece un chiste de mal gusto: precisamente en los últimos años el Gobierno cubano se ha encargado de asfixiar, poco a poco, a los trabajadores por cuenta propia, una de las tibias medidas adoptadas para reactivar la economía y que algunos pensaron podrían conducir a reproducir en Cuba las experiencias de China y de Vietnam, países que han optado por darle prioridad a la iniciativa privada.

Mientras Castro se mostraba "asombrado" en Hanoi, los informes que llegan desde La Habana dan cuenta de las medidas represivas contra los cubanos que tratan de escapar al rígido control estatal.

Desde 1986, ese Partido vietnamita que tanto halaga Fidel Castro inició la llamada política "Doi Moi" (renovación), que significó liberar las fuerzas productivas en los sectores agrícola e industrial, abrir las puertas a las inversiones y permitir que se establecieran las pequeñas y medianas empresas, de carácter privado.

En noviembre de 1993, el entonces presidente vietnamita, Le Duc An, declaró que había sido un error adoptar un sistema económico inspirado en el marxismo, basado en la planificación central, y que era necesario adoptar la economía de libre mercado.

Ya a fines de 1994, y gracias a la política de renovación, Vietnam se había convertido en el tercer exportador mundial de arroz, el cuarto productor de petróleo y café de Asia y había acumulado más de 11.000 millones de dólares en inversiones extranjeras.

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