"Nosotros somos [países] pobres, una parte puede ser culpa de los países ricos, pero una parte puede ser culpa de la elite que gobernó de forma subalterna, practicando los casos más absurdos de corrupción. Solamente en América Latina, en los últimos años, cuatro gobernantes, Collor en Brasil, Fujimori en Perú, Menem en Argentina y Salinas en México, salieron [de la presidencia] por haber practicado una robadera en sus países y eso no puede continuar sucediendo".

Poco después Lula viajó directamente a Davos, donde discursó como presidente del Brasil y como pretendido puente entre ambos Foros. Allí hubo de expresar, de manera más formal, algunos conceptos que también son relevantes si de analizar la posible ideología contenida en su prédica se trata:

"Soy presidente de todo el pueblo brasileño y no solamente de aquellos que votaron por mí. Estamos construyendo un nuevo contrato social, en el que todas las fuerzas de la sociedad brasileña estén representadas y serán escuchadas (…). Los cambios que buscamos no son para un grupo social, político o ideológico".

Claro que el líder brasileño puede estar preparando el terreno para un asalto en profundidad, como ya sucedió con expresiones también conciliatorias de Fidel Castro en Cuba o en el primer período de gobierno de Hugo Chávez en Venezuela. Sin embargo, lo que expresan las palabras pronunciadas por Lula da Silva en Davos es absolutamente contrario a la filosofía leninista de partido único aplicada en la mayor de las Antillas, o incluso a la política que actualmente lleva adelante Hugo Chávez en su país.

Explicar que los cambios en Brasil no se hacen para favorecer a "un grupo social" dice a las claras que no estamos ante un proceso de beneficio exclusivamente "proletariado", como reza el catecismo marxista. Se habla de la necesidad de un pacto en el que estén representadas "todas las fuerzas de la sociedad".

El nuevo gobierno brasileño ha tomado, adicionalmente, medidas propias de una dirección responsable, relacionadas con la economía y las finanzas del país. Estos factores, por ser exclusivamente políticos —no revelan la ideología de los líderes involucrados—, no debieran ser tenidos en cuenta. No obstante, son representativas las expresiones improvisadas, como las que el mandatario brasileño dirigió a la militancia de izquierda en Porto Alegre, o las que pronunció ante un público diametralmente distinto, como el de Davos.

De cualquier manera, es muy temprano para deducir conclusiones ideológicas sobre la nueva izquierda que probablemente se esté gestando en Brasil. Hay que dejar constancia, por otro lado, de estas escaramuzas ideológicas iniciales, como marcadores probables de las características diferenciales de la misma, y que la señalan como algo diferente al tradicional asalto al poder central que se vio en Cuba y que se observa hoy en Venezuela. Se trata de una izquierda que transita la senda democrática, pluralista y de alternancia en el poder.