El CNE tiene 30 días para verificar la validez de las firmas. De antemano se rumora que las firmas serán invalidadas aduciendo tecnicismos. Los opositores aseguran que están preparados para recogerlas de nuevo si fuera necesario. Chávez está obsesionado con el revocatorio. Habla más del tema que sus mismos adversarios. En cuanto acto participa, aunque no venga al caso, repite que la oposición intenta activar "otro proceso desestabilizador". Asegura que "es muy baja" la posibilidad de que haya este año un referéndum sobre su gestión, porque considera que las firmas no son válidas. "Hay bastantes elementos probatorios de trampa y fraude en la recolección de firmas", no se cansa de decir.

Si alguien todavía duda sobre quién le susurra al oído sus fantasías revolucionarias que lea lo siguiente: "En la oposición están buscando el apoyo internacional de nuevo. O que Norteamérica debería venir aquí... si alguien se le ocurre (invadir) no nos quedaría más nada que gritar patria o muerte, pero no vamos entregar Venezuela a los intereses de los poderosos del mundo".

Los aires de fanfarronería de Chávez no ocultan el temor que siente a ser vencido en las urnas. Las encuestas recientes dan señales muy claras de que el referéndum revocatorio sería la tumba política del gobernante bolivariano. Independientemente de respaldar, o no, la gestión de Chávez, el 82% de la población venezolana apoya la realización del revocatorio, según un sondeo realizado por la encuestadora Consultores 21, en julio pasado. Este alto porcentaje no sólo apoya la consulta popular, sino que la ve como el instrumento adecuado para solucionar la crisis política que vive el país. El 69% de los encuestados cree que si no hay consulta habrá violencia en el país.

El 62 por ciento votaría por la salida de Chávez del poder, mientras que un 30% le daría respaldo. Otra agencia encuestadora, Datanálisis, concluyó que el rechazo a la gestión del presidente se sitúa en el 68,8 por ciento. De cualquiera manera, el hijo adoptivo de Fidel Castro tiene todas las de perder en las urnas. No hay sector en Venezuela con el que Chávez no se haya enfrentado. Ha ido en contra de los medios de comunicación, la iglesia, los empresarios, los petroleros, la fuerza armada nacional y los sindicatos. Todos han sido víctimas de su verbo grosero y de sus acciones intimidatorias.

Aunque se niegue a admitirlo, Chávez sabe que los venezolanos le pasarán la cuenta en el revocatorio. Son muchas las deudas del mandatario con su pueblo, al que ha estafado de muchas maneras. Quizás lo peor no haya sido dilapidar los recursos del país, sino traicionar las esperanzas de la gente que votó por él y por un futuro mejor para sus hijos.

A los más humildes les duele que Chávez haya incumplido cada promesa que les hizo. La desilusión ha sido tremenda. Nunca el trabajo ha estado tan escaso, la tasa de desempleo subió al 18,3 por ciento, o sea 2,19 millones de venezolanos no tienen trabajo, y otros cinco millones sobreviven en la economía informal como vendedores ambulantes (buhoneros, como les llaman aquí), o inventando lo que sea para ganarse unos míseros bolívares.

Los niños de la calle también fueron burlados. "Me prohíbo que existan", dijo al inicio de su campaña presidencial. Aseguró que de no cumplir con esa promesa se cambiaría el nombre. Hasta hoy se sigue llamando Hugo Chávez, aunque los muchachos abandonados a su suerte aumentan por día.

Estos son días de tensión y angustia para los venezolanos. La sociedad civil confía en que, pese a las bravatas, el comandante bolivariano no podrá zafarse el nudo del referéndum revocatorio. Para impedir el ejercicio de ese derecho constitucional, Chávez tendría que consolidar un régimen despótico, el cual se toparía con el rechazo de la mayoría de la población y de la comunidad internacional que sigue de cerca la crisis venezolana. Los próximos días darán una pista sobre cuál será el final del folletín protagonizado por Hugo Chávez y asesorado por Fidel Castro.