www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
La ley del embudo
¿Por qué Argentina mantiene una actitud acrítica con el régimen de Fidel Castro, que la convierte en cómplice de violaciones a los derechos humanos?
por MARCO AGUINIS, Buenos Aires
 

Un empleado ingresa tembloroso e indignado a la oficina de su jefe y le dice: "Disculpe, pero hace tres meses que no cobro". La respuesta no se hizo esperar: "Está disculpado, García".

Fidel Castro
Kirchner, Castro: ¿Una relación seria, excepcional o de conveniencia?

La mayoría de los equívocos son patéticos, más aún cuando los nutre el cinismo. Algo semejante ocurre con la política de derechos humanos enarbolada con vehemencia por el gobierno del presidente Néstor Kirchner. Desde el inicio de su gestión fue izada como una trepidante bandera que impele a descabezamientos, juicios, simpatías y rechazos manifiestos, declaraciones y guerra de comunicados.

Con Uruguay acaba de elevarse el tono hostil hasta registros inauditos por el caso de una desaparecida, la nuera del poeta Juan Gelman. Se estimula la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final. Impera la voluntad de castigar a todos los represores y abusadores que delinquieron en los años de la dictadura. Con ello la actual gestión ha aumentado su popularidad y hasta consiguió simpatías de sectores que al principio le expresaban desconfianza. Los derechos humanos, para este gobierno, son un asunto de la más alta importancia.

Pero tanta firmeza se quiebra de un modo llamativo ante el caso cubano. Pareciera no importar que allí se fusila y encarcela, que no hay libertad de prensa, ni de expresión, ni de asociación, ni de disenso. Que nadie puede salir del país sin el debido permiso. Que rechazar el régimen equivale a cadena perpetua. Que existe una dictadura, mucho más larga, coherente y, por lo tanto, inmisericorde, que la que padecimos acá.

Cuba es un santuario fortificado dentro de cuyos muros se inflige toda clase de tropelías, muchas de ellas bien documentadas. Sin embargo, nuestro canciller dijo que "no podía, no se atrevía a decir que en Cuba se violaban los derechos humanos". Y por una razón que en algún momento se elucidará, dio súbitamente marcha atrás en su propósito de recibir a los disidentes cuando visitó La Habana.

En los amoratados tiempos de nuestra propia dictadura, millares de argentinos fatigamos toda suerte de malabarismos para establecer contactos con el exterior y lograr que desde afuera nos ayudasen a frenar la tormenta que arrasaba vidas, bienes, afectos, ley. Cuando por fin se conseguía el arribo de emisarios extranjeros, empezaba a soplar el alicaído céfiro de la esperanza.

El presidente de Estados Unidos mandó varias veces a Patricia Derian, cuyas insolentes indagaciones enfurecían a los represores. También vinieron funcionarios de la OEA. Recuerdo que Ernesto Sabato recibió a una delegación en la calle, en Santos Lugares, ante testigos, para que después no lo acusaran de haber dicho algo demasiado inconveniente, lo cual demuestra qué mal estábamos. En contraste, ni la Unión Soviética ni Fidel Castro —muchos de cuyos simpatizantes languidecían indefensos— hicieron un solo reclamo por desapariciones, torturas ni asesinatos, porque mantenían cordiales vínculos con los déspotas, como si las diferencias ideológicas no fuesen importantes.

¿Por qué entonces esta actitud argentina actual con el régimen de Fidel Castro, que la convierte en cómplice de violaciones a los derechos humanos? O, para decirlo más suavemente: ¿por qué esta reticencia a defender cubanos como los argentinos queríamos que nos defendieran cuando pasábamos por iguales penurias?

Los disidentes que luchan por una democratización pacífica, por una participación real, sólo piden lo mismo que pedíamos nosotros cuando sufrimos el Proceso. ¿Por qué aliarnos con una oligárquica nomenklatura que, tarde o temprano, acabará en derrumbe? ¿Los ciudadanos de ese país no merecen gozar de la libertad de expresión? ¿De prensa? ¿De entrar y salir cuando quieran? ¿De tener ideas diferentes de las del oficialismo? ¿Son niños tan irresponsables que deben ser humillados con correa en el cuello y bozal en la boca, porque se mueven mal y hablan peor?

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