www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/2
 
¿Tarjeta amarilla?
Lula da Silva en la encrucijada, a sólo seis meses de las elecciones municipales en Brasil.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa
 

Esa preocupación llevó al presidente brasileño a reunirse recientemente con su equipo de ministros y la cúpula dirigente del Partido Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB, centro), la mayor formación política del país.

Chabolas
'Sin Tierras', una asignatura pendiente de Lula.

A principios de este año, Lula dio un golpe de timón a su gobierno con el acercamiento a esa organización política de centroderecha, que ya tuvo a dos presidentes en el poder: José Sarney, en 1985, e Itamar Franco, en 1992.

Lula anunció en enero una reforma ministerial para reforzar la base legislativa del gobierno. Integró a dos ministros de centroderecha y concentró los programas sociales para dar a Brasil todas "las oportunidades" de aprovechar un año de crecimiento.

Hace unos días, el mandatario reconoció en la reunión citada que él también está "insatisfecho" con algunos resultados económicos, administrativos y sociales de su gobierno.

A los ministros del área económica, el presidente brasileño les dio un plazo de quince días para presentar sugerencias que permitan acelerar el crecimiento económico y crear nuevos empleos. Pero, hizo una advertencia: sin que ello comprometa las cuentas públicas.

Propuso una especie de gran acuerdo nacional, en el cual participen los empresarios, las centrales sindicales, el Congreso y el gobierno. "Quiero escucharlos a todos, para juntos construir las soluciones", dijo Lula da Silva, centrando los ataques contra "la burocracia gubernamental, que hace más lentas las acciones del gobierno".

La sombra de Cardoso

Pero las preocupaciones del jefe de Estado también están relacionadas con algunas iniciativas de otros políticos que alientan al ex presidente, Fernando Henrique Cardoso, para que abandone su condición de jubilado y aspire en 2006 a la presidencia.

Muchos brasileños reconocen que fue Cardoso, ex gobernante socialdemócrata (1995-2003), quien consiguió controlar la inflación galopante y entregar a Lula da Silva un país con las finanzas en orden.

Lo que más puede preocupar a Lula son las revelaciones publicadas por la revista brasileña Veja, acerca de que tres antiguos colaboradores de Cardoso, que militan en el PMDB, forman parte del grupo de promotores para que el ex mandatario socialdemócrata regrese a la política activa.

Ya Fernando Henrique publicó recientemente un artículo, en varios diarios brasileños, en el que acusó al gobierno de Lula da Silva de "inoperancia gerencial", de desperdiciar la oportunidad de sacar ventajas del buen momento de la economía mundial y de carecer de un proyecto de largo plazo.

Por otro lado, Lula da Silva está acosado por los sectores izquierdistas del Partido de los Trabajadores, que exigen cambios radicales en la política económica y critican la austeridad fiscal del gobierno. Claro que los izquierdistas no se dan cuenta de que ese es el eje de la política monetaria del Banco Central (similar a la aplicada por Cardoso), porque es la única fórmula para controlar la inflación e impedir nuevas devaluaciones del real (moneda nacional).

Así las cosas, no es de extrañar la postura abstencionista de Lula da Silva, en Ginebra, ante la moción de Honduras y otros países latinoamericanos para que Cuba acepte la visita de un enviado de la Comisión de Derechos Humanos. Es probable que lo haya hecho para contentar a estos sectores de izquierda.

Después de la euforia populista tras el triunfo de Lula, ha llegado el momento de los malabarismos políticos. Todavía el presidente brasileño parece tener algún margen de maniobra, pero los ciudadanos aspiran a que se cumplan las promesas electorales.

El próximo mes de octubre se celebrarán las elecciones municipales. ¿Mostrarán entonces los electores brasileños la primera tarjeta amarilla al presidente?

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