El arco del boomerang

Quizá el argumento más importante de Mesa prefigure el arco que describiría el boomerang hasta el punto de partida, al fracaso cuando de diplomacia se trata. En entrevista concedida poco después del referéndum, el presidente afirmaba que "él traicionaría la voluntad del pueblo boliviano si negociaba gas sin mar", o sea, si exportara (también podría procesar) el producto a través de Chile. Ambas posibilidades ofrecían aquí más ventajas que en cualquier otra esquina del planeta.

Imaginemos que Lagos esgrimiera similar postura que Mesa. Ello no levantaría alarma en Chile, sería algo muy lógico, pues hace más de un siglo —y varios tratados firmados por La Paz— que el mar en reclamo pertenece a Chile. Lagos tiene perfecto derecho a decir —y no lastimaría un ápice la verdad— que sus compatriotas considerarían culpable de traición al político que ceda soberanía en este caso. Semejante posición entorpecería cualquier acuerdo. Lagos se ha mostrado muy atento por mejorar la visión que se tiene de su gobierno en la zona.

Recientemente, Mesa elogió los esfuerzos de Lagos por conseguir un encuentro con Bolivia y admitió que "en condiciones normales" la propuesta de su homólogo para la venta de gas hubiera sido un buen negocio. A pesar de reconocer que la palabra soberanía es muy dura y muy sensible para Chile, Mesa la interpuso y desechó la venta.

El gas fue finalmente negociado para salir por Ilo, Perú, luego de importantes concesiones desde Lima. Lo que atribula a más de uno es, sin embargo, la seguridad de que el proyecto se concrete en el contexto de las inestables condiciones políticas peruanas.

Bolivia, por otra parte, ha puesto nuevos obstáculos a las mejores condiciones de tránsito que se le ofrecen por el puerto chileno de Arica, que utiliza desde hace mucho y en realidad resulta más importante que el acuerdo de gas, por su múltiple propósito. Comentaristas en Santiago especulan que tanto Lima como La Paz tratan de poner en primer plano temas reivindicatorios con el objetivo de desviar las tensiones que estremecen con frecuencia a ambos países.

¿Se vislumbra un arreglo, un acomodo de intereses, de mantener La Paz una vía única, la bandera de la soberanía en el diálogo? La política realista es la que presiona lo probable, la que pugna lo hacedero aun cuando se atisbe a duras penas en el horizonte. Alzar las manos al cielo y clamar lo imposible, querer desplegar velas cuando no hay viento, eso genera expectativas hueras que sólo sirven, y por tiempo efímero, al político de cerebro cojo y ambición intrascendente.

No creo que a Mesa se le pueden endilgar tales adjetivos, pero no debe olvidar que otras naciones ambicionan el jugoso mercado del gas y sin duda van a tratar de apropiarse de las tajadas mayores. Las demoras y dudas generan cambios de preferencias en los clientes, así como las intervenciones políticas suelen causar daños en estos sensibles ámbitos. El perdedor en este caso sería el pueblo boliviano.

Habría acaso que observar un poco más allá, y quizá Mesa busca presentarse como de acero inoxidable para alcanzar, a la postre, mayores beneficios respecto a la salida al mar. Esta constituiría una táctica legítima que ayudaría a aliviar las necesidades sin cuento que padece gran parte de la población de su patria. Carlos Mesa dictaría así su mejor lección de historia.