www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
La cámara del terror
Guerras, secuestros y vídeos: ¿La nueva batalla del siglo XXI?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Hay una diferencia fundamental entre las imágenes del marine que dispara y el vídeo del asesinato de la trabajadora social. Las primeras han servido de denuncia. El segundo se hizo con el propósito de intimidar. Es lo que diferencia a una democracia de un régimen de terror, como el que quiere implantar Abu Musab al-Zarqawi. Esta frontera la quieren destruir los terroristas. Para lograrlo no tienen que llegar al poder. Basta que la situación se vuelva tan caótica que no se pueda controlar el miedo.

Los editores de noticias de la televisión norteamericana no mostraron la escena completa del marine disparando. Fueron editadas en el momento que se produce el disparo, éste impacta al cuerpo en el suelo y los fragmentos de la masa encefálica tiñen la pared. Pero las imágenes existen y nada asegura que dentro de poco circulen por el mundo árabe. Como existen fotografías de lo ocurrido en Faluya que tampoco han aparecido en la prensa.

En igual sentido, la cadena Al Jazeera se negó a trasmitir la cinta de vídeo. Pero ésta existe igualmente. No se trata de hechos aislados. Vídeos de decapitaciones de rehenes han circulado ampliamente por Internet. Las fotografías de los abusos en la prisión de Abu Ghraib, impresas en discos compactos, pueden adquirirse en cualquier mercado callejero de Bagdad. En cada caso, una atrocidad es utilizada para justificar otra, en una secuencia que parece interminable.

Un logro infame de la guerra de Irak ha sido la incorporación de la cámara de vídeo al arsenal del terrorista. No es conquista reciente. La diferencia es la generalización alcanzada desde el comienzo del conflicto. Los nazis filmaron las atrocidades que cometieron en los campos de concentración.

Con frecuencia, los secuestros de aviones y las tomas de rehenes han incluido una transmisión de televisión entre las demandas. Desde hace años se filman las torturas con los fines más variados, desde la intimidación de otros prisioneros hasta servir para la enseñanza de los aprendices de torturador.

Terroristas… y directores de cine

Osama bin Laden ha escogido el vídeo como el instrumento más adecuado para comunicarse con el mundo. Cintas de violaciones vienen circulando desde hace bastante tiempo en los mercados clandestinos. Los terroristas chechenos filmaron tanto la toma de un teatro moscovita como la de una escuela rusa. Pero nunca como ahora se había convertido en imprescindible la filmación de las humillaciones —incluida la muerte— infringidas a los secuestrados.

Tenemos ahora a terroristas que son directores de cine, señala Michael Ignatieff en un artículo aparecido en The New York Times Magazine del 14 de noviembre (The Terrorist as Auter). Cuenta que, luego de su liberación, un rehén en Irak describió como sus captores habían preparado cuidadosamente la realización del vídeo, desde el ángulo de la cámara y hacia dónde apuntarían las armas, hasta la pared de fondo de la escena, así como si él estaría arrodillado o no y las palabras que diría, que conformaron lo que podía considerarse un "libreto".

Esta batalla en que las imágenes sustituyen cada vez más a las ideas y a las palabras encierra no sólo el peligro de la saturación, ante tanta violencia, sino también una profundización del aislamiento en que cada parte se encierra, para rumiar sus quejas, temores y prejuicios, y volverse así incapaz de comprender al contrario.

No hay excusa para el terrorismo. El repetido argumento musulmán de las humillaciones sufridas a manos de occidentales no justifica una sola atrocidad. Tampoco la tolerancia es la respuesta adecuada ante el fanatismo y la intolerancia islámica, como se acaba de probar en Holanda. Sólo que ante la escalada actual de violencia en Irak, queda poco margen para trazar un camino que deje atrás la tiranía y el caos. Hasta que eso no ocurra, las cámaras proseguirán su tarea de captar el horror.

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