El gusto boliviano por salir a las calles, bloquear carreteras, apedrear, quemar llantas y hacer todo el desastre posible, amenaza con convertirse en deporte olímpico. Sólo que las Olimpíadas ocurren cada cuatro años, y los bolivianos no se toman tiempo para el entrenamiento: pasan directamente a la práctica cada dos o tres meses.
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Protestas callejeras en Bolivia. |
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El pasado mes de marzo, después de una desagradable puesta en escena que preconizaba el desastre social, y tras la tentativa de renuncia del presidente Carlos Mesa, a causa de la obvia ingobernabilidad, fue aprobada la famosa Ley de Hidrocarburos después de una tumultuosa jornada parlamentaria.
En dicha ley se establecía la fórmula del presidente de la Cámara, Mario Cossío, de mantener el cobro a las transnacionales del 18 por ciento vigente y agregar un 32 por ciento de impuesto a la producción. Todo esto, desde luego, aplicado a esas transnacionales, gracias a las cuales Bolivia consigue explotar sus enormes recursos naturales, por carecer de la adecuada infraestructura tecnológica y de los mercados correspondientes. Pero el Movimiento al Socialismo (MAS) y otras fuerzas, lideraron el caos social persistiendo en elevar las regalías a un 50 por ciento. Cosa imposible en términos contractuales, y absolutamente inviable legalmente, puesto que el parlamento ya se había pronunciado.
Desde hace aproximadamente una semana, ha vuelto a llover sobre mojado; sólo que si antes fue un tornado, ahora los socialistas, sindicalistas, indígenas, cocaleros, maestros rurales y otros inconformes, están produciendo un huracán categoría cinco. ¿La causa? Aparentemente la inconformidad por la Ley de Hidrocarburos y la radicalización disparatada de nacionalizar los recursos energéticos. Pero no es posible que toda una nación derive hacia una crisis extrema con grandes capitales de pérdidas económicas, a causa de una petición inviable. Tampoco es posible que los líderes del caos no sepan los riesgos que implican sus demandas y la evidente imposibilidad de realizar muchas de estas.
La enajenación boliviana
Otros hechos arrojan luz sobre el conflicto. El líder de la Confederación Nacional de Campesinos, Román Loayza, ha puesto el miércoles como plazo máximo para que las autoridades atiendan las peticiones de este sector. Si no lo hacen, los agricultores bloquearán más carreteras. O sea, que el debate emerge de los recursos del subsuelo y se instala a flor de tierra, con legión de agricultores inconformes, cuyas demandas a veces ni ellos mismos entienden, o en todo caso, se suman al enredado problema de los recursos energéticos. |