www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/2
 
El relanzamiento
Dispuesto a seguir dando la batalla en defensa del castrismo, el eurodiputado Miguel Ángel Martínez abre el curso político reactivando su proyecto.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

De vuelta a las andanzas

Pero lo cierto es que Martínez Martínez ya está instalado en su puesto y su vuelta a las andanzas, después del receso veraniego, no se ha hecho esperar. Este 2 de septiembre, nada más comenzar el curso político, se ha reunido con el embajador cubano ante los Veinticinco, Rodrigo Malmierca, para "relanzar la solidaridad con Cuba" en el Parlamento Europeo. Mientras ambos personajes se entrevistaban en Bruselas para hablar sobre cómo fortalecer la voz del régimen en las instituciones europeas, Blanca Reyes denunciaba el incremento de las torturas psicológicas a Raúl Rivero, y Espinosa Chepe y Héctor Palacios, entre decenas de presos más, veían arreciar sus enfermedades detrás de los barrotes. Esto es sólo un avance de lo que nos espera.

El pasado 22 de abril, en el Parlamento Europeo, el congresista votó en contra de una resolución que condenaba la situación de los presos políticos en la Isla, y argumentó aferrado al eslogan de La Habana: "Por principio, me manifiesto a favor de la liberación de los setenta y tantos condenados que están en la cárcel en Cuba. Pero lo hago desde la conciencia de que en cualquiera de nuestros países estarían en la cárcel aquellos a quienes se hubiera probado colaboración estrecha con una potencia agresora…".

Martínez obvió, sin embargo, que los juicios sumarísimos contra los disidentes no contaron con garantías procesales propias de un Estado de Derecho, y que las "pruebas" presentadas (computadoras, faxes, máquinas de escribir) no constituyen delito alguno en España o en cualquier país democrático.

Su discurso concluyó recordándole a la Cámara que "en Estados Unidos hay cinco presos cubanos condenados (…) por actuaciones en defensa de su pueblo contra la acción de grupos terroristas afincados en Miami…". Otra vez pecó de olvidadizo al desconocer que los cinco agentes detenidos en Estados Unidos confesaron en los tribunales haber espiado para la inteligencia cubana, y que las evidencias presentadas fueron conclusivas.

No hay dudas de que la posición que tiene Miguel Ángel Martínez es peligrosa para Cuba, y por extensión, para la comunidad democrática internacional y el propio PSOE. En 2002 se opuso al otorgamiento del Premio Sajarov de los Derechos Humanos a Oswaldo Payá y ha defendido abiertamente el régimen de Castro, desde esa especie de híbrido entre los comités de defensa y los círculos bolivarianos que es su "Grupo de Amistad y Solidaridad con el Pueblo Cubano".

Ahora pide que Zapatero se oponga a la posición común europea sobre los derechos fundamentales en la Isla, propuesta por el gobierno en 1996.

Por si fuera poco, Martínez fue elegido en julio pasado "por aclamación" coordinador-portavoz de los Socialistas Europeos en la Comisión de Cooperación y Desarrollo. Además, en la misma fecha, resultó seleccionado para integrar las importantes Comisiones Parlamentarias de Desarrollo y Cooperación, Asuntos Exteriores, Derechos Humanos, Política de Defensa y de Seguridad Común. Es decir, los medios de comunicación vinculados con el tema cubano tendrán de que hablar por largo rato.

Quizás sea aún temprano para valorar integralmente los nuevos resultados de la política exterior de Zapatero hacia Cuba. Es complicado imaginar que en el partido que luchó desde la ilegalidad contra la dictadura de Franco y que se vio precisado hasta a efectuar sus congresos en el exterior, encuentren espacio conductas individuales reprobables, más cercanas al estalinismo que a la socialdemocracia.

Lo correcto sería que alguien parara en seco posturas como la de Miguel Ángel Martínez. El Partido Socialista Obrero Español no puede olvidar —y debe intentar dejar claro en sus futuras actuaciones— que la coherencia es algo que siempre se agradece, y la ingenuidad hacia Castro es un mal de tontos. Para que no quede esa incómoda sensación de que lo que se hace con las manos se desbarata con los pies.

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