www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/4
 
Merkel versus Schröder: Alemania ante las urnas
por JORGE A. POMAR, Colonia
 

Por fin el canciller federal alemán Gerhard Schröder (Partido Socialdemócrata, SPD) y su rival Angela Merkel (Partido de la Democracia Cristiana, CDU) cruzaron guantes ante las cámaras de cuatro canales de la televisión alemana. El duelo, transmitido en vivo y en directo, rompió por una noche la apatía de un electorado hastiado de demagogia, escándalos e intrigas de todos los colores en el seno de una clase política que parecía haber perdido el control de la nave estatal, en un país con más de 5 millones de desempleados, 40.000 quiebras de empresas al año, una fuga masiva de capitales y una reunificación incompleta devenida saco roto y trauma nacional.

Parlamento alemán
Gerhard Schröder y Angela Merkel, en el parlamento alemán.

Unos 20 millones de telespectadores renunciaron a policíacos, talk shows, conciertos, tebeos, telenovelas, discotecas y restaurantes, con tal de seguir golpe a golpe, en casa o en la taberna, un pugilato político al más alto nivel que ha logrado la hazaña de sacar de dudas a tantos electores indecisos.

Pactado a 90 minutos, con careos directos entre los contendientes, sin público en el estudio, el mano a mano terminó en tablas a todos los efectos. Lo que no quita que ambos mostraran soltura oratoria, respeto al adversario y sobre todo un cabal dominio de los temas en disputa: empleo, fiscalidad, familia, régimen de pensiones (la sociedad alemana envejece como la cubana), seguro médico, crisis energética, ciencia y educación (la movilidad social en Alemania se acerca al cero en virtud de un sistema educacional elitista), ingreso de Turquía en la Unión Europea (que Schröder defiende y la Merkel rechaza), política internacional (reducida cada vez más a la fatal disyuntiva pro o contra Estados Unidos) y coaliciones electorales.

Aunque brilló como de costumbre ante las cámaras, el canciller federal no pudo opacar a una contrincante que logró limar sus fallas escénicas y jugar oportunamente sus cartas de triunfo. Dicho de otro modo, Schröder ganó pero la Merkel no perdió. Y puesto que ambos se desempeñaron a la altura que se espera de un estadista, ganó la ciudadanía.

Ahora ya todos saben a qué atenerse frente a las urnas el próximo 18 de septiembre: o refrendan la línea moderada de la coalición gubernamental rojiverde (SPD-Alianza 90/Los Verdes) u optan por la cura de caballo que implica el cambio de modelo preconizado por la CDU.

¿La primera mujer?

Si bien Schröder salía al ruedo con la doble ventaja de ser jefe de gobierno y oriundo de Alemania Occidental, la tenaz ahijada política germano-oriental de Helmut Kohl tiene a su favor la novedad de ser la primera mujer aspirante a la cancillería federal desde la proclamación de la monarquía constitucional por Bismarck en 1871.

Cierto, el hecho de ser mujer, germano-oriental y conservadora, encierra un contrasentido insufrible a tenor de los cánones de la progresía alemana. Pero cuando días antes del duelo la periodista Doris Schröder-Köpf, esposa del mandatario, acusó en público a la Merkel (sin hijos) de "no encarnar con su biografía las experiencias de la mayoría de las mujeres que tienen que conciliar familia y empleo", Alice Schwarzer (72 años), gurú indiscutible del feminismo alemán, rompió lanzas por la agraviada con un argumento eficaz para contrarrestar la atávica renuencia femenina a votar por sus congéneres: "Lo menos que espero de una candidata Merkel es no tener que volver a oír sentencias como las de la esposa del canciller socialdemócrata. Y que las niñas de Alemania vean que una mujer puede ser también canciller federal". Argumento nada desdeñable, viniendo de quien viene. Sin contar la circunstancia de que en Alemania las mujeres sin hijos suman millones.

Ahora bien, la Merkel cuenta con ventajas aún más sólidas. La primera consiste en haber salido airosa del solapado boicot, y hasta de las zancadillas públicas, del ambicioso primer ministro bávaro Edmund Stoiber (Unión Social Cristiana, CSU), quien, en contraste con los guantes de seda con que trató a los germano-orientales cuando él mismo necesitaba sus votos en 2002, hace poco dio la impresión de querer halarle la alfombra de debajo de los pies a la Merkel, al declarar festinadamente que no se podía permitir que los "frustrados" de la antigua RDA decidieran las elecciones federales.

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