www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 5/5
 
Caída y lastre de un imperio
Una historia de las transiciones: Cuando parecía que Europa del Este y la URSS se abrían a la democracia, emergió el nacionalismo latente.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Al reconocer y aceptar el fracaso del marxismo como filosofía de Estado y las ineficiencias de la economía centralizada de plan, el presidente gestó la autodestrucción del experimento comunista, pues se puede salvar un barco averiado, pero no el que está hundido.

El nuevo gobierno de Europa del Este se constituyó en un fuerte grupo de presión para la Unión Soviética: favoreció el programa de Yeltsin, que promulgaba una solución diferente a la de Gorbachev, negó la reestructuración del comunismo, y prescindió del arcaico y opresivo aparato ideológico comunista. Sin embargo, Occidente no comprendió a tiempo que el comunismo había muerto, y dándole las espaldas al futuro, a Boris Yeltsin, trató de ayudar al entonces presidente Gorbachev, que sólo buscaba salvar el sistema del pasado, reformarlo sin variar sus esencias. Él intentaba ofrecer una suerte de rostro humano para salvar el ideal del socialismo, y Occidente se conformaba con lo mínimo.

La forma en que la Unión Soviética y su bloque de satélites se evaporaron fue un evento único en la historia de la humanidad. Nunca una disposición imperial se desplomó sin haber enfrentado una guerra, una revolución o una invasión. La implosión del Imperio Romano sucedió a causa de los ataques de las tribus bárbaras; pero la Unión Soviética, el bloque soviético, simplemente se esfumó, lo que sugiere que en tal hecho concurrieron causas y fuerzas no comunes.

A diferencia de Japón, China y Estados Unidos, que representan la nueva organización "imperial" basada en la capacidad técnico-científica aplicable a una zona de influencia, con la Unión Soviética se cerró el ciclo de los imperios territoriales, controladores de espacios económicos; ciclo que habían iniciado los ibéricos, seguido de los francos y los anglos.

El lastre y la salvación

El nacionalismo ruso que suplantó al marxismo bolchevique sería mucho más amplio y profundo de lo que desde fuera se observaría en estos años iniciales del postcomunismo. En la agenda nacionalista, aparte de la restauración de la Gran Rus, se realizan cruzadas para la salvación ecológica del lago Baikal, se busca afanosamente la restitución de su historia cultural y la independencia de la Iglesia Ortodoxa, se revive el clasicismo, y la intelectualidad se lanza en campañas por el desarrollo económico de los vastos recursos y eliminar la enorme pobreza del país.

No pasó mucho para que en Ucrania, Armenia, Bielorrusia y Moldavia resurgiese el movimiento por la independencia. Belarús y Ucrania confrontaron mayores impedimentos para sacudirse de sus pasados comunistas. Incluso en la actualidad, cada una de ellas atraviesa complicaciones económicas y niveles de pobrezas superiores a la propia Rusia.

En Belarús (Bielorrusia) el sentimiento antimoscovita siempre estuvo presente, y se acrecentó especialmente después del desastre de la central atómica de Chernobil. El Partido Comunista de Belarús fue ilegalizado en agosto de 1991, pero reapareció en febrero de 1993. Sin embargo, en las elecciones presidenciales de julio de 1994, los comunistas perdieron abrumadoramente con sólo el 4,6% de los votos. Alexander Lukashenko obtuvo la presidencia como candidato independiente con un pequeño margen de votos. Y aunque su agenda política no se correspondía con la de los comunistas, no tardó mucho en mostrarse como un autoritario.

En el caso de aquellos Estados que gozaban de una unidad nacional previa al comunismo y fueron centralizados férreamente, como Ucrania, Georgia, Bulgaria, Albania, Rumania y Hungría, las raíces de su identidad nacional y las composiciones étnicas habían sido prácticamente alteradas, al igual que lo fue la conciencia histórica, por medio de la propaganda. El relajamiento del puño central que significó la descomposición del sistema soviético, amenazaba con provocar desgarramientos e incertidumbre, en los cuales el autoreconocimiento no estaba garantizado y la construcción de una nueva nación era debatible.

Tanto Bulgaria como Rumania no catalogaban en la estirpe de los Estados comunistas más aventajados de la vieja Europa del Este. Ambos países eran vistos como menos florecientes y decididos a implementar una genuina democracia y economía de mercado, en comparación con polacos, húngaros y checos. Y aunque coexistía algo de verdad en ello, no todo era fidedigno.

Muchos de estos países quedaron entrampados en conflictos abiertos, temerosos de un colapso interno, y otros en el dilema de escoger entre reformas democráticas o represión abierta.

El final del comunismo no trajo un vacío de valores, pues el pasado europeo retornaría con fuerza. La realidad de los conflictos étnicos, religiosos y fronterizos que han afrontado Europa del Este y el imperio ruso se analizan bajo el reduccionismo de conflictos políticos contemporáneos —subproducto de la caída del comunismo— que pueden ser resueltos con un puñado de reformas. Pero esta visión manifiesta un esquema de análisis peligroso en el que son obviadas las fuerzas históricas subyacentes.

La experiencia de las últimas décadas ha sido la inexistencia de garantías contra la instalación de dictaduras y presidencias autoritarias. Tampoco el establecimiento de un gobierno realmente democrático. La ideología nacionalista abrazada por algunos de los reciclados partidos comunistas en el poder —en países como Polonia, Yugoslavia y Rumania—, pese a sus lastres anteriores, ayudaría a consolidar las relaciones sociales que constituirían la base del control de una nueva clase burocrática.

1. Inicio
2. Gorbachev trató...
3. Los Estados...
4. Estos movimientos...
5. Al reconocer...
   
 
RegresarEnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La opción Uribe
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Dominios y rivalidades
JUAN F. BENEMELIS, Miami
Operación Morales
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Guatemala: Rayos de esperanza en medio de la violencia
MARIFELI PéREZ-STABLE, Washington
Iberoamérica en Salamanca
MICHEL SUáREZ, Madrid
Sin ira y con paciencia
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir