www.cubaencuentro.com Lunes, 31 de marzo de 2003

 
  Parte 1/3
 
Nace un siglo
La ofensiva sobre Irak abre varias interrogantes. Una que no debe ser obviada: ¿Estamos ante la repetición de un 1898 o de un 1914?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

E. M. Cioran afirma que la historia no es más que un desfile de falsos absolutos, una sucesión de templos elevados a pretextos. El presidente norteamericano, George W. Bush, no ha necesitado siquiera un pretexto —como el hundimiento del acorazado Maine— para iniciar una guerra contra Irak. Lo que está en juego, sin embargo, es
Soldado
Soldado de los Royal Scots Dragoon en un punto de observación cerca de la ciudad de Basora, Irak, 26 de marzo de 2003.
más que una confrontación bélica. Cuando los misiles empezaron a caer sobre Bagdad nació, finalmente, desde el punto de vista histórico y político, el siglo XXI. La pregunta fundamental es si este comienzo es la repetición de un 1898 o de un 1914. Una nueva etapa imperialista de Estados Unidos o el inicio de un desorden mundial que sólo tendrá un ajuste momentáneo años más tarde, luego de millones de muertos y el surgimiento y desaparición de naciones e imperios.

No es una pregunta fácil, porque las dos respuestas posibles están marcadas por una visión pesimista. Una fulminante victoria norteamericana encierra el peligro de que una administración nacida bajo el signo del aislacionismo se lance por el camino de imponer su voluntad a garrotazos —propinando golpes más fulminantes que los que ya ha dado y amenaza dar— y desencadene una repulsa y un temor internacional que lleven al surgimiento futuro e inmediato de alianzas inusuales y amenazadoras. Por otra parte, una guerra prolongada y costosa llevará a un deterioro aún mayor de la economía estadounidense —que ya atraviesa la pérdida de confianza más baja en una década—, y por consiguiente una agudización de la crisis internacional, así como a una disminución no del papel hegemónico de Washington en los asuntos mundiales —algo saludable hasta cierto punto—, sino de la capacidad de este país para actuar de freno a las verdaderas amenazas que enfrenta el planeta —el ejemplo de Corea del Norte es el más evidente. En cualquier caso, el estallido de la guerra tendrá consecuencias negativas en el aumento de las tensiones en el Levante y la agudización de la confrontación entre árabes y musulmanes de una parte y occidentales de la otra, sin contar con los inevitables actos terroristas que se esperan como un resultado inevitable.

Mientras que las consecuencias de la guerra contra Irak aún son materia de especulación, el fracaso de la Unión Europea como poder mediador y la incapacidad de las sociedades actuales para evitar la locura bélica ya son realidades presentes. Asistimos a la conclusión de un proceso iniciado el siglo pasado. Los atentados del 11 de septiembre arrebataron a Europa el último recurso que le quedaba: su rehabilitación tras un pasado colonial como víctima de sus propios excesos. Ahora Estados Unidos asume ese papel y lo reclama, es una nación víctima, pero es una víctima vengativa. Si la fuerza es contagiosa, la debilidad no lo es menos, también dijo Cioran. Pero en Estados Unidos la debilidad es el único pretexto intelectual subyacente para lanzarse a un ataque sin mayores justificaciones, morales o jurídicas.

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