Más de 20.000 obreros metalúrgicos se declararon en huelga el miércoles en demanda de mejores salarios, en lo que constituye el mayor paro laboral desde que tomó posesión el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, el pasado 1 de enero, informó la AP.

Curiosamente, Lula fue un obrero metalúrgico antes de dedicarse a la política y lideró huelgas en las décadas de 1970 y 1980. La protesta parece ser el fin del período de tranquilidad laboral que ha disfrutado su gobierno hasta el momento.

Los huelguistas presionan para obtener, entre otras concesiones, una reducción de la jornada de trabajo de 44 a 40 horas semanales, y un aumento salarial del 10% para aliviar las consecuencias de la inflación.

Según Fuerza Sindical, la federación gremial que organiza la huelga, unos 23.000 empleados abandonaron sus puestos de trabajo y paralizaron la producción de diversos artículos en unas 40 fábricas.

Fuerza Sindical representa a 16 millones de trabajadores y es la segunda central obrera del país.

Voceros empresariales dijeron que el movimiento reduciría la producción industrial del sector, pero no anticiparon cifras.

Durante el miércoles, 21 fábricas accedieron a las demandas de los huelguistas. Los sindicatos cuyas empresas no han dado respuestas positivas a las peticiones decidieron realizar paros "fábrica por fábrica" a partir de este jueves.

El vocero de Fuerza Sindical, Mario Serapicos, dijo que el aumento salarial se exigía para compensar la inflación, que ha erosionado recientemente los salarios. El gremio abarca a empleados de fábricas que producen desde automóviles y bicicletas hasta tornillos y otras piezas.

La inflación subió casi un 16% en Brasil durante los últimos 12 meses, tras una depreciación del 35% de la divisa nacional.

Lula ha sufrido crecientes presiones para que cumpla sus promesas de rescatar a la economía de Brasil de su lento crecimiento, y crear empleos para miles de parados.

Paulo Pereira da Silva, presidente de Fuerza Sindical, calificó la huelga como la mayor demostración de fuerza en nueve años, fuera de las discusiones programadas sobre salarios, y negó que un aumento salarial pueda aumentar la inflación, como ha afirmado el gobierno de Lula, informó Reuters.

"Esto es una negociación libre", dijo y explicó que las discusiones no buscan atar los salarios a la inflación, tal como sucedía en Brasil a comienzos de la década de 1990.

"El país está en recesión. Los trabajadores podrían comprar más con un aumento salarial y eso ayudaría a impulsar la economía", agregó.