www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
Pesadilla en la Calle 8
'Intransigencia' es un término conocido: Ha servido a Castro durante 44 años y ahora encabeza la marcha de los 'radicales' de Miami.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Se sabe que los cubanos de la Isla están obligados a ser dóciles, pero en modo alguno son tontos. Cuando sonaban las sirenas de "alarma aérea" en las noches de "preparación combativa", en aquellos años de la Administración Reagan, casi todos sentían el mismo pavor
Armando Pérez
ante la posibilidad de una invasión norteamericana. La gran mayoría nunca consintió la agresión militar como una salida al problema cubano; de tal percepción también se valió Fidel Castro para su política de "entretenimiento" masivo denominada "guerra de todo el pueblo".

Algunas voces, peligrosamente insensatas, se han escuchado por estos días clamando lo que a todas luces puede entenderse como una opción militar para resolver el caso cubano. Difícilmente puedan extraerse otras conclusiones, luego de examinarse los puntos de vista de los manifestantes que el pasado sábado 29 de marzo inundaron la Calle 8 de Miami. "Mr. Bush: Hussein hoy, Castro mañana", "Liberen a Cuba después" y algunos otros lemas presidían la marcha, según reportes de prensa.

Un sector del exilio cubano, que no se resiste a perder el protagonismo tras las altas cotas alcanzadas en la última década por la disidencia interna, está enarbolando ante el mundo el mismo concepto utilizado por el régimen de Castro en los últimos 44 años para sembrar la discordia, el odio y las distancias entre cubanos: la intransigencia. Resulta poco menos que creíble que ese segmento del exilio intente apoderarse de unas de las teorías fidelistas que mayor daño le han causado a la Isla. La sublimación de la terquedad en detrimento del entendimiento, y del soliloquio y la guerra por encima de diálogo y la paz, parece demasiado entronizada en la ultraderecha cubana. Afortunadamente, las encuestas —que auque no son definitivas sí marcan determinadas tendencias— muestran un panorama general diferente.

Por mucho que Radio Mambí se esfuerce en demostrar lo contrario —con sus micrófonos dispuestos a hacernos creer que vivimos aún en 1958—, el exilio cubano ya no es el mismo. Primero, porque una extensa lucha de más de 40 años en un sentido determinado ha estado marcada por el fracaso, sin más resultados que una situación más trágica para el cubano de a pie. Segundo, porque aquella respetable generación que sufrió en carne viva las expropiaciones, la cárcel o sencillamente la más cruel represión, al mismo tiempo que ha ido envejeciendo se ha dado cuenta de que si con Castro no resultan las opciones de diálogo, mucho menos fructifican las de fuerza. Y sobrada experiencia tienen. Tercero: el éxodo masivo del Mariel, en 1980, y la crisis de los balseros, en 1994, insertaron en la comunidad cubana de los Estados Unidos rostros y mentalidades de una nueva generación no dispuesta a la "intransigencia" alentada por el señor Armando Pérez Roura, a sabiendas de la situación familiar dejada atrás.

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