www.cubaencuentro.com Lunes, 28 de abril de 2003

 
  Parte 1/4
 
Los vecinos de Villa Marista
El castrismo se caracteriza por rehuir los cambios impulsando retrocesos. El actual espasmo represivo es un ejemplo de ello.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Desde su surgimiento, el castrismo ha sido lo que podría llamarse una "dictadura imperfecta": necesita realizar constantemente ajustes torpes sobre la marcha, nada funciona bien y el deterioro es un presente perpetuo. La revolución cubana ha generado una cifra mayor de "delincuentes, seres violentos y personas de baja escolaridad y moral dudosa" que todos los
Policias
Efectivos policiales bloquean el acceso a los 'juicios' contra la oposición pacífica.
gobiernos republicanos anteriores; ha permitido más escándalos y para sobrevivir ha recurrido a una represión mayor y más sostenida que las peores dictaduras que la precedieron —incluido el régimen colonial español—, al tiempo que alimentado la peor corrupción en la historia nacional. También ha generado una emigración sin precedentes. Si aún logra existir es por su gran capacidad para adelantarse a cualquier cambio, impulsando siempre un retroceso. Fidel Castro se prolonga mediante la repetición.

El Gobierno de La Habana ha vuelto a retroceder a la época de los juicios sumarios, la presentación de agentes encubiertos y el castigo severo a los opositores. De nuevo le reafirma a sus ciudadanos que el único destino posible es vivir al día o emigrar; les borra las esperanzas, por pequeñas que fueran, y siembra la desconfianza y la envidia. Cuba atraviesa una oleada de terror cuyo resultado sólo parece conducir a años de cárcel para algunos, huidas desesperadas para otros y deserciones inesperadas para unos cuantos.

Con el encarcelamiento y los juicios de un nutrido grupo de disidentes y periodistas independientes no sólo espera sembrar el miedo, también el desaliento. Los argumentos son gastados, los recursos son viejos, pero la vida es una sola, y quien hasta ayer comenzaba a mirar a un grupo de arriesgados que alzaban la voz, ahora teme que tras cualquier grito de desacuerdo se esconda una trampa. Al régimen no le basta con castigar a los independientes, quiere matar su ejemplo, enfangar su prestigio.

Sólo tiene dos instrumentos para lograrlo: la delación y la envidia. Alimenta la desconfianza porque sabe que es un freno a la hora de dar un paso al frente. Vuelve con la cantaleta de los intelectuales al servicio de la CIA. No porque intente convencer a nadie, sino porque sabe que es el camino más seguro para reforzar la intimidación: una acusación que recuerda castigos anteriores.

No teme la repulsa internacional porque sabe que los gobiernos responden a intereses y no a ideales. Se aprovecha de una situación internacional difícil para revivir viejos fantasmas. Quiere ponerlo todo de nuevo en blanco y negro, pero al mismo tiempo confundir los límites. ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Qué crítica es permitida? Lo mejor es quedarse tranquilo, no moverse o abandonar el país. Es también lo mejor para Castro. Lo sabemos todos lo que hemos transitado por esas opciones.

Los juicios a que están siendo sometidos los disidentes y periodistas independientes no dejan lugar a duda. Las acusaciones de "actividades subversivas" resultan torcidas no sólo en la ortografía y sintaxis de las actas acusatorias: son malvadas en su esencia. Libros, recortes de periódicos, teléfonos y computadoras son las "armas del crimen". Remesas de unos cuantos dólares las pruebas más contundentes del acto delictivo. No se puede hablar siquiera de que se trate de procesos legales apañados. No hay otro calificativo que considerarlos farsas. Si algún recurso le queda al régimen para encontrar al menos la complacencia de una parte ínfima de la población, es apelar a la envidia: decir que los disidentes recibían ropa, alimentos y dólares del extranjero.

El argumento, por otra parte, no se sostiene ante cualquier mirada. Los hogares humildes de estos hombres y mujeres son la evidencia más fuerte de que apenas han logrado sobrevivir en medio de la difícil situación económica del país. La más elemental comparación con las viviendas de algunos funcionarios, artistas e incluso escritores, sirve para desmentir una acusación tan vil.

1. Inicio
2. La otra disidencia...
3. Apostando al pasado...
4. Castro lo sabe...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Firmas
LUIS MANUEL GARCíA, Madrid
Invitación al holocausto
RAFAEL ROJAS, México D. F.
¿Qué pasa si el Comandante enloquece?
GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F.
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir