www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 2/2
 
¿Qué pasa si el Comandante enloquece?
¿Se atrevería Raúl Castro a tomar las riendas del poder? ¿Podría la nomenclatura cubana exorcizar las alucinaciones de su Máximo Líder?
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F.
 

Del otro lado, soltar las balsas sobre el Estrecho de Florida puede acarrearle al Comandante represalias que tal vez, con un régimen tan debilitado como el suyo y con una población que desea vehementemente su retiro, no pueda soportar. Si sus terminales nerviosas se mantienen aguzadas, ha de advertir que la escalada del terror le está reportando, dentro y fuera del país, rendimientos decrecientes.

Sería deseable que se rescatara la faz de la política que privilegia la negociación y el entendimiento entre las partes, sobre todo si se tiene en cuenta que está en juego el destino y la serenidad de cientos de miles de inocentes, de personas que viven aquí y ahora, que es lo que importa. Pero suele suceder que los arrebatos del poder conduzcan a callejones sin salida en los que la violencia rige las conductas.

Y suele pasar también —sobre todo en el mundo alucinante americano, donde con Alejo Carpentier advertimos el predominio de lo Real Maravilloso— que la locura se instale en la imaginación de los gobiernos y conduzca a abismos insondables.

A la hora de los ladridos, de uno y otro lado se sueltan las jaurías, y pasa desapercibido el enorme potencial de intercambios diplomáticos de que debieran disponer los contendientes.

Se supone que la nomenclatura cubana tiene salvaguardas para impedir que las alucinaciones del anciano Comandante se sigan imponiendo sobre el destino de la Isla, a extremos peligrosos para la supervivencia del régimen y del país. Pero el encarcelamiento sumarísimo de 75 disidentes y la ejecución apresurada de los tres secuestradores de la lancha, ocurrida el viernes 11 de abril, ponen en duda tal hipótesis.

¿Qué tal si extraviada la razón de Castro Ruz, éste sigue gobernando y sus colaboradores están impedidos para atajarlo? ¿Qué tal si Raúl Castro, invadido de un respeto sacramental hacia su hermano, ante signos evidentes de demencia es incapaz de activar el mecanismo de la sustitución mientras aquél viva?

Los gobiernos de la región —incluido el mexicano, que podría verse afectado por una marejada de balseros— debieran contemplar esta posibilidad entre sus planes contingentes.

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