www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
La patria y sus símbolos
Desde una simbología y un discurso patrioteros, el régimen cubano ha convertido el nacionalismo en su principal y casi única bandera.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

Tengo la sensación, confirmada por varias anécdotas, de que para la juventud cubana la relación patria-Castro está tan interiorizada que la sola mención de la primera evoca, como reflejo pavloviano, al segundo.

Creo, sin embargo, que hay otra alternativa que puede ser mucho más amable y que ha enunciado, también en más de una ocasión, Iván de la Nuez: que la reconstrucción del país pueda prescindir de los emblemas de la patria-nación. Aunque de la Nuez imagina esta alternativa como una construcción postmoderna (o, para ser más coherentes, como una deconstrucción) lo cierto es que hay por lo menos dos antecedentes modernos de esta forma de tránsito: las ocurridas en la Alemania de la posguerra y en la España del posfranquismo. Siempre he sentido que, si exceptuamos el diseño económico, la dictadura castrista tiene más puntos en común con la franquista que con las de Europa del Este. Incluso, el fenómeno conocido como comunismo en Cuba es mucho más cercano al fascismo, sobre todo a partir de sus elementos nacionalistas y populistas.

Evidentemente, el proceso español es más afín al cubano, no sólo por razones de idiosincrasia, ni por la carencia del trauma que significó la Segunda Guerra Mundial para Alemania, sino, sobre todo, porque tanto la experiencia franquista como la castrista se producen a partir de la división del país en dos bandos que fueron, durante decenios, aparentemente irreconciliables.

Franco, al igual que Castro, acudió a los símbolos patrios y saturó al país con ellos durante los 36 años que duró su gobierno (1939-1975), hasta tal punto que hoy, casi 30 años después de su muerte, éstos continúan relacionándose con el dictador en el inconsciente colectivo español o, por lo menos, en el de gran parte de la población. Los símbolos con los que se construyó la nueva España fueron, sobre todo, libertad, bienestar y convivencia. Con ellos se superó una dicotomía que había durado más de tres décadas y costado decenas de miles de muertos.

Pero si bien hay grandes similitudes entre las dictaduras castrista y franquista, hay también grandes diferencias, algunas de las cuales trascienden los respectivos procesos. Ya he señalado la económica. Franco no edificó una economía estatificada (aunque la presencia del Estado en la conducción del país fue grande). España es, además, uno de los primeros estados-naciones que se define como tal en Europa, mientras que Cuba es el último en hacerlo en América. Y ello pudiera implicar para nosotros una necesidad de reafirmación nacional que los españoles desconocen y que para todos los americanos, Estados Unidos en primer lugar, parece imprescindible.

Además, mientras la oposición al castrismo comparte con el dictador el uso (y abuso) de la simbología nacionalista, la oposición al franquismo jamás lo hizo. Es más, una buena parte de ella (catalanes y vascos) erigió sus propio nacionalismo para enfrentarlo al español.

Siempre he desconfiado de las ideologías que conceden tanta importancia a un espacio territorial o a un conjunto de costumbres. Ni siquiera tengo demasiado claro qué es una nación ni para qué sirve. Creo que valores como el bienestar, la solidaridad, la tolerancia y la libertad son en sí mismos suficientes para la construcción de ideales, y en mi patria particular coexisten José Martí y Rainer Maria Rilke, Benny Moré y Johann Sebastian Bach, el arroz con frijoles y el ceviche peruano. Y así como hay elementos de nuestra forma de ser que me resultan entrañables, hay otros que repudio con la misma intensidad.

No sé cuáles serán los símbolos que servirán para hacer a los cubanos más felices y prósperos. En todo caso, espero que las opciones sean o la patria blanda o simplemente un espacio territorial reglamentado de forma tal que sólo excluya la intolerancia y el abuso. Construir cualquiera de esas alternativas depende de cada uno de nosotros.

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