www.cubaencuentro.com Jueves, 18 de septiembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Fascismo no, dictadura tampoco
La fe del mundo laico en la política impide hacer de la Isla un país verdaderamente democrático, y de los EE UU una nación pacifista.
por JULIO FOWLER, Madrid
 

La "intelectualidad cubana", autorizada estrictamente para articular un discurso crítico de cara al imperio de EE UU, ha sacado a la luz pública una declaración en la que denuncia el resurgimiento del fascismo "...en momentos dramáticos y en extremo peligrosos para la humanidad", como si la situación en la Isla no aportara también su cuota de peligro, como si la ausencia de libertades allí no fuera uno de los tantos conflictos que despedazan la humanidad y contribuyen a aumentar el desconcierto y la tragedia que vive en su conjunto. O es que ¿acaso no es necesario hacer también un llamamiento al mundo para sumarse a un frente que exija la liberación de los presos de conciencia o para demandar las libertades negadas a la sociedad civil, entre otros muchos derechos secuestrados en la Isla?

Fidel Castro y Alicia Alonso
Castro, Alicia Alonso: Intelectualidad, poder e inmovilismo.

Los llamamientos que la declaración hace, ante las brutalidades del Imperio, en su fase evidentemente fascista, deberían exigirlos con la misma intensidad ante las brutalidades del régimen de Castro y su talante estalinista. Pero es precisamente esto lo que los "intelectuales cubanos" callan, y es justo en esa actitud donde se ponen de manifiesto sus miserias. Es decir, en lo que por obediencia, sumisión, hipocresía o temor, omiten y dejan en manos del silencio; porque, claro está, en un país como Cuba, donde se controla milimétricamente la subjetividad, pensar de un modo diferente tiene un costo muy alto; significa perder doblemente lo perdido: la libertad.

La "intelectualidad cubana", amordazada en su capacidad de cuestionar su propia realidad, incapaz de producir desde la Isla un pensamiento independiente que explique su propio malestar con la misma claridad y contundencia que lo hace de cara a los EE UU, no hace ni siquiera creíble lo que es su único acierto en esta declaración: señalar el carácter fascista del imperio norteamericano.

No lo hace creíble, en primer lugar, porque esa ceguera hacia dentro, hacia sí mismos, ya es desleal con la condición intelectual, traiciona ese compromiso íntimo con la investigación, la crítica y la búsqueda de la verdad, y en consecuencia hace que su discurso carezca de valor moral y pierda toda su legitimidad en ese sentido. Sinceramente, cuesta creer a una intelectualidad aliada plenamente con un poder totalitario, y que además se vanagloria de ello; cuesta creer en un discurso que continúa las pautas de aquella izquierda que sólo ofrece alternativas al capitalismo dentro del marco del sistema y de sus estructuras de poder.

En segundo lugar, el hecho de que la declaración apenas mencione —y mucho menos cuestione— el régimen de terror existente en Irak y la aniquilación sistemática de los derechos de los kurdos y los chiítas, confirma otra de las carencias e incoherencias de la "intelectualidad cubana", la precariedad y parcialidad de su condena, su falta de rigor o en todo caso, deja en entredicho su complicidad con el régimen del tirano Sadam.

En tercer lugar, llama la atención que la alternativa al resurgimiento del fascismo sea la creación de un frente antifascista, y no un explícito llamamiento a la paz como alternativa global a la barbarie global que propone el sistema dominante; con lo cual se insinúa —sin pudor— el retorno a la polaridad, al armamentismo y a los viejos peligros de la guerra fría, tan del gusto de la cúpula gobernante.

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