www.cubaencuentro.com Jueves, 18 de septiembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Viviendo la historia: Hillary Clinton y Cuba
por ARTURO LOPEZ LEVY, Miami
 

"Incluso después de todo lo vivido, él es la persona más interesante y llena de vida que he conocido", ha escrito Hillary Clinton sobre su esposo. Si alguien dudaba de las intenciones de la senadora por Nueva York de continuar su carrera política hacia la presidencia en 2008, sólo tiene que leer su autobiografía. En Viviendo la historia, Hillary Clinton ha revelado lo necesario —y conmovido lo suficiente— acerca de su educación, historia personal y experiencia en la Casa Blanca. En lo adelante, si aparecen "desinformados" cuestionando el adulterio de su esposo o las acusaciones contra ambos alrededor del caso Whitewater, será fácil remitirlos a las páginas de su autobiografía.

Living History

Para el interesado en asuntos cubanos, el libro refleja la forma en que Cuba ha estado presente en la carrera política de los Clinton. Su referencia a lo que llama "el infame éxodo de Mariel", por la presencia en el mismo de algunos delincuentes y enfermos mentales, resulta controversial. Quizás la autora calificó, no a los inmigrantes, sino a la acción gubernamental cubana de usar el éxodo para exportar su población criminal. La abrumadora mayoría de esa migración fueron personas decentes en búsqueda de libertad y oportunidades. Tal confusión, sin embargo, no asombraría, pues lamentablemente sobreviven estereotipos, no sólo entre la población norteamericana, sino en algunos sectores de la comunidad cubana que reclaman pedigríes de pureza política o de clase, no sólo a los marielitos, sino a todo el que emigró después de los fugados batistianos de 1959.

Más allá del desafortunado adjetivo, el libro denuncia finalmente la ridiculez de la política norteamericana hacia Cuba como resultado de la obsesión con Castro de la extrema derecha en Florida. Dos jocosas anécdotas resultan aleccionadoras. En el viaje a Sudáfrica para la toma de posesión de Nelson Mandela, Hillary fue advertida por el Departamento de Estado sobre los "peligros" de un encuentro con Fidel Castro y del interés de éste por establecer contacto con ella. "No puedes saludarlo —le dijeron—. No puedes hablar con él. Incluso, un encuentro accidental, y los exiliados anticastristas en Florida se tornarán salvajes". Hillary pasó en guardia toda la ceremonia, y al ver venir a Castro, interrumpió una conversación con el rey de Swazilandia para escaparse a la otra esquina del salón y evitar el cruce. En la segunda ocasión, en Paraguay, al transportarse para una recepción ofrecida por el presidente Juan Carlos Wasmossy, Hillary se sentó junto a una señora que resultaba familiar pero no podía reconocer. Tratando de identificar a su interlocutora, Hillary preguntó cómo andaban las cosas por su país. "Muy bien —contestó su interlocutora con rostro de piedra— excepto por el embargo". Sentada junto a Vilma Espín, la ex primera dama concluyó: "afortunadamente, nadie malinterpretó donde me había sentado como una aproximación a Cuba".

Si bien se puede regalar a Vilma toda una lista interminable de libertades suprimidas y penurias debidas, no al embargo, sino a la falta de reformas en Cuba, no es difícil percibir la obsesión enfermiza que Fidel Castro representa para la política norteamericana. Los marcos de la Helms-Burton codifican una política inflexible, centrada obsesivamente en Castro, que ignora las realidades más complejas y abarcadoras de la sociedad cubana y su futuro. Cuando la pasión sustituye al análisis pragmático para satisfacer la retórica intransigente, se termina restringiendo, a priori, toda posibilidad de diálogo con las actuales autoridades cubanas, y apoyando cualquier sanción, incluso aquellas que terminan siendo contraproducentes.

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