www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/3
 
¿Corporativismo o capitalismo de Estado?
China, Vietnam y Cuba. Tres reformas y un objetivo: el poder.
por ROBERTO LOZANO, Miami
 

Según el académico y latinoamericanista norteamericano Mark Falcoff, "el régimen cubano es fascista, aunque la izquierda no lo sabe todavía". Otro investigador, Michael Ledeen, sostiene que el modelo chino es "fascista en proceso de maduración" y que sigue los postulados del corporativismo de "tercera vía", utilizado primero por la dictadura de Mussolini y después en otros países como la Alemania nazi y la Argentina de Perón. En vista a lo anterior, ¿están los regímenes "socialistas" evolucionando hacia el corporativismo fascista o reforman su capitalismo de Estado?

Fidel Castro
Castro, ex presidente chino Jiang Zemin.

En realidad, la tesis de que el socialismo y el fascismo son bastante homólogos no es nueva. Esta tiene sus orígenes marxistas en la crítica de León Trotsky y Nikolai Bukhari al estalinismo. Ambos veían al fascismo y al estalinismo —a pesar de sus diferencias ideológicas y sociales— como sistemas "esencialmente simétricos". La tesis reapareció en los setenta con las críticas de los teóricos chinos al "desviacionismo" soviético y en el de sus colegas soviéticos, después de la visita de Nixon a ese país y la consiguiente "traición" china, según las fuentes citadas en el importante libro de James McGregor, Janus: Las dos caras del totalitarismo. En occidente su origen se remonta a los años veinte, cuando el sociólogo italiano Luigi Sturzo fuera el primero en advertir que el fascismo era "comunismo negro" y el comunismo "fascismo rojo". Esta premonición fue tomada por Alfred Hayek, Hanna Arendt y Zbigniew Brzezinski, quienes, desde finales de los cuarenta con su teoría del totalitarismo, lograron sistematizar la simetría institucional entre el fascismo y el socialismo estalinista.

Es obvio —como demuestran los trabajos de Hayek, Arendt y Brzezinski— que en cuanto a instituciones, marco legal y métodos de represión no hay diferencias sustanciales entre el fascismo y el sistema "socialista". Esto implica que la evolución política de un sistema en otro es imposible: sencillamente no se puede evolucionar en lo que ya se es. Al igual que el socialismo estalinista, el fascismo se caracteriza por el monopolio político de un partido, en cuya cima se instala usualmente un líder carismático, el monopolio sobre los instrumentos de violencia, la ausencia de libertades cívicas e individuales y la subordinación del poder jurídico y legislativo al ejecutivo. Lo anterior constituye una tiranía constitucional.

En cuanto a métodos de represión tampoco hay diferencias: la policía secreta, el terror, la intimidación, los fusilamientos, los campos de concentración, la deshumanización de los opositores, la autocensura, la delación, la tortura psicológica y el chantaje, las organizaciones de masas, la instrucción ideológica, el monopolio informativo y la propaganda, la ideologización de la educación y las grandes marchas con consignas, cantos y banderas. En cuanto a su principio rector: en ambos se subordina toda actividad individual a los intereses del Estado y las actividades del Estado a la preservación del poder. Cuando se comparte todo lo anterior, realmente no importa que idea mueve la mano represora. No obstante, aunque existen diferencias en las raíces ideológicas del fascismo y el socialismo, ambos sistemas poseen un tronco común en las ideas de Hegel y Marx y comparten un desprecio abierto por la democracia liberal. La erradicación del orden social burgués mediante la destrucción sistemática del ancien régime es igualmente un objetivo compartido.

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