www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
El castrismo postcomunista
Los últimos años del régimen: ¿revolución, socialismo o castrismo?
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

El "comunismo", tal y como se entiende en el lenguaje del exilio, es la modalidad de totalitarismo creada por Lenin y Stalin en la Unión Soviética y luego adaptada a varios países asiáticos y de Europa del Este. La principal característica de dicho régimen es la existencia de un partido, compuesto por burócratas instruidos en la ideología del marxismo-leninismo, que gobierna la sociedad. Este elemento institucional e ideológico del unipartidismo es el que garantiza que el sistema comunista haya sobrevivido a sus respectivos caudillos (Stalin, Tito, Mao, Ho Chi Minh…) en la URSS, Yugoslavia, China o Viet Nam. En Cuba, entre 1971 y 1992, funcionó más o menos un régimen totalitario comunista. En los últimos diez años, sin embargo, se ha producido un tránsito no declarado al postcomunismo: el Partido Comunista de Cuba no sólo no gobierna, sino que sus miembros ya no profesan la ideología del marxismo-leninismo y se limitan a compartir dos o tres mitos del nacionalismo revolucionario.

El "castrismo" es la variante de caudillismo nacional propia del experimento comunista cubano. Pero a diferencia de la Unión Soviética o China, el elemento clave, en el caso cubano, es el caudillo y no el partido, por lo que, en propiedad, podría afirmarse que hoy en Cuba rige un castrismo postcomunista. Un régimen así, tan dependiente de la simbología nacional que encarna la efímera persona del dictador, es más frágil y, a la vez, más arbitrario, más reformable y, a la vez, más inmóvil que uno comunista, debido a que sus principales resortes psicológicos son el miedo y la soberbia que provoca una autoconciencia del fin. Los últimos años del castrismo han sido ilustrativos de esta paradoja: miedo al cambio y soberbia represiva.

Esta caracterización del régimen político cubano intenta captar el mecanismo central de reproducción del poder en la última década. No se propone, pues, asimilar dentro de ese castrismo postcomunista todo el proceso social de la Isla, en el que cada vez emergen más actores desligados del principio de lealtad a Fidel Castro y su régimen. De manera que, desde esa asunción de los términos, no habría por qué prescindir de una valoración objetiva, justa y flexible de la "revolución", en tanto experiencia constitutiva de la historia contemporánea de Cuba, o del "socialismo" en su correcta acepción occidental, esto es, como una opción política de izquierda dentro de un orden liberal, democrático y republicano.

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