www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
La capital antiembargo
A favor y en contra: La comunidad cubana de Miami no puede evitar saltarse las sanciones económicas al régimen, aunque públicamente pregone lo contrario.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Es cuestión de prioridades, repetirán algunos. Hay que impedir que el régimen castrista tenga los recursos necesarios para "exportar su revolución"; se debe hacer todo lo posible a fin de no brindarle "el oxígeno monetario" ahora que agoniza; no se puede "premiar" a un régimen represivo.

La retórica de la justificación ante una incapacidad para transitar formas más efectivas de lucha. Aplicar una y otra vez una paradoja que ha demostrado ser inefectiva: "lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo". Un juego de palabras que ya no sirve ni para hacer literatura. Una herencia de la época batistiana, cuando un general decretó: "Candela al jarro hasta que suelte el fondo". Y los generales batistianos, los policías batistianos, los familiares de los políticos y los militares batistianos terminaron con el fondillo puesto en un avión en vuelo hacia Miami.

Nadie venga con el cuento de que el levantamiento de las sanciones servirá para mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano. No es moral disfrazar intereses comerciales con razones humanitarias. Hay que echar a un lado el argumento de que el fin del embargo le quitará a Castro el mejor de sus pretextos, pues ello nos llevaría a una eliminación interminable de posibles "pretextos" para que el dictador no tenga de que quejarse. Pero no se justifique la incapacidad para derrocar a Castro con la imposición de prohibiciones que limitan la libertad de los ciudadanos.

Regular el envío de remesas, limitar los viajes y restringir el comercio, son medidas que sólo se explican en caso de existir una declaración formal de guerra. Una declaración de guerra que no puede apoyarse ni mucho menos alentarse. Tampoco se trata de incluir a la nación en listas más o menos útiles a los burócratas de inmigración o en arreciar la retórica. Se trata de tomar acciones valederas.

Soy culpable de un intento de justificar el fin de la restricciones mediante la acusación de que la comunidad exiliada envía ayuda a sus familiares. El error está en tratar de convertir en razón de Estado lo que es sólo un problema elemental de vínculos emocionales y solidaridad humana. Lo justifica el hecho de que Estados Unidos carece de una política coherente para lidiar con el caso cubano.

Si esta administración no puede hacer algo mejor que continuar con el legado de gobiernos anteriores, lo mejor es dejar que sus ciudadanos vayan a donde les plazca y sus empresarios y gobiernos estatales comercien con quien más les convenga, y que luego se atengan a las consecuencias económicas. Se dirá que los contribuyentes tendrán entonces que pagar las deudas si Castro no paga, pero esa respuesta no es más que la forma más fácil de esquivar el problema. Siempre los capitalistas van a querer que el Estado les saque las castañas del fuego. Cuba no va a ser la excepción. Que el gobierno norteamericano busque la manera de minimizar este riesgo. Es su trabajo.

Bienvenido a la ciudad donde tramitar permisos de viajes, vender pasajes a la Isla, gestionar el traslado de un cadáver a suelo patrio, comprar música cubana y enviar dinero a los familiares que quedaron detrás es un negocio floreciente. Pero tenga cuidado si empieza a hablar mal del embargo.

1. Inicio
2. Es cuestión de prioridades...
   
 
RegresarEnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Lo que le faltó a Carpentier
GILBERTO CALDERóN ROMO, México D.F.
¿Leña al fuego?
RAúL RODRíGUEZ, San José
La hora crucial de Lula
JORGE H. FONSECA, Sao Paulo
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir