Una estadística no puesta en duda indica que más de 160.000 personas provenientes de Estados Unidos viajaron el año pasado a la Isla, lo cual deja claro que el embargo ha sido siempre un empeño de media vuelta, lleno de hendiduras, para no hablar del comercio reciente y de los más de 500 millones anuales que, como promedio, arriban gratuitamente a Cuba. El país "bloqueador" regala así, graciosamente, oxígeno al gobierno que pretende ahogar. Hasta a un miniaturista le costaría separar en este teatro el sainete de lo grave.

Como si a la caldera no le sobrara vapor, la Unión Europea votó en la Asamblea General de la ONU en contra del embargo, pero mantendrá enhiestas sus banderas en contra de la actual violación de los Derechos Humanos. El nudo gordiano, hasta ahora, nadie lo corta, porque nadie sabe dónde está.

En un barrio de embajadas, empresas mixtas y frondosos almendros, se desplegó la semana anterior la XXI Feria Internacional de La Habana. Este evento refleja, como pocos, la inconsistencia, el tironeo agonal, íntimo, que caracteriza una medida en contra de la cual tanta lágrima de doble fondo y tanta condena de escenario ha desperdigado, en la Isla y en el mundo, la jerarquía nacional.

Como en la versión del pasado año, en La Habana están representados más de 50 países, entre los que desde 2001 no falta Estados Unidos, extraño "enemigo" que ha vendido al régimen cientos de millones de dólares en alimentos y otros productos, si bien al contado. La Florida, que La Habana tiene como el antro donde se forjó el embargo, es uno de los estados más interesados en exportar sus mercaderías.

A pesar de las cerca de mil empresas extranjeras que asistieron a la Feria en 2002, Cuba disminuyó ese año en un 14 por ciento su intercambio comercial, lo que significó una reducción de 774 millones de dólares, según despachos de prensa que citan estadísticas oficiales.

Si el embargo o "bloqueo" —en el segundo término con irrespeto de la semántica— se observa opíparo de paradojas y vías que se entrecruzan, parecen llevar razón los que miran menos al pugilato comercial que a la ineficacia económica intrínseca al régimen. Aquí habita el verdadero culpable del espectáculo de mole a medio derrumbarse que ofrece el país.