www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 2/2
 
Deshabilitación de la esperanza
¿A quiénes considerará La Habana 'repugnantes y dañinos' cuando finalmente se elimine el permiso de entrada a la Isla, sustituido por el pasaporte 'habilitado'?
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Pero no imaginaron que quedaba mucho por conocer, amén de la fecha en que se haría honor a la medida anunciada, cuyo atraso es ya considerable. Se supo mediante un desusado medio —el correo electrónico y un funcionario de segunda categoría— que será a partir de junio, casi un trimestre después. El proceso informativo se tornó aparentemente más serio y el responsable de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, Dagoberto Rodríguez, protagonizaría una conferencia de prensa.

Los telones de la nueva escenificación propagandística se han ido descorriendo de forma lenta, casi desesperante, pues el director del sainete, Fidel Castro, está muy enterado de que gran porción del público aguarda con ansiedad la implementación de lo prometido. Todavía resta el documento oficial, que esconde quizá otra vuelta de tuerca.

Quienes compiten con el doctor Pangloss —el personaje de Cándido de Voltaire—, y ven las circunstancias cómo desean y no cómo se les echan encima, tendrán que enviar sus pasaportes a las embajadas cubanas en los respectivos países en que se encuentren, para que sean "habilitados", y tendrán que hacerlo con largo período de antelación a la fecha del embarque, de manera que ofrezcan tiempo suficiente para la investigación policial y de inteligencia. A ojos vista, el viaje se complica y va mucho más allá de la simple adquisición de un pasaje.

¿Cuánto demorará la averiguación para que estos seres humanos puedan trasladarse —únicamente de visita y con días contados— al país que los vio nacer? ¿Tendremos en mayo, cuando se anuncie oficialmente, la ratificación de la gratuidad o se esgrimirá, una vez más, el viejo pretexto de las carencias y la precaria situación del país?

¿No estaremos frente a un nuevo engaño? ¿No seremos víctimas de otra burla? ¿Y quién asegura, para situar el ejemplo más cercano, que por escribir un texto como el presente no se transforme a su autor en una persona peligrosa, protagonista de una "actividad repugnante y dañina", como se expresó tanto en el mensaje electrónico como en la conferencia, y lo cual exonera de la concesión de la gracia: el cuño en el pasaporte?

¿No hay periodistas presos en Cuba por manifestar sus opiniones? ¿No se le negó recientemente la entrada en la Isla a un escritor? Habría que ser un verdadero Merlín para descifrar los muy diversos parámetros que se analizarán para convertirse en depositario de lo que es un derecho inalienable. ¿Quiénes, por fin, serán considerados "repugnantes y dañinos" por La Habana?

Sin que nos refiramos ahora a las conveniencias financieras del gobierno, ante semejante situación resulta titánico atesorar un hálito de optimismo. La esperanza, en verdad, parece hoy deambular por huertas muy distantes a la patria de la emigración isleña.

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